BOGOTÁ / Descripciones del drama humano de Verdi, Elgar y Berlioz
Bogotá. Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 10-V-2024. Santiago Cañón-Valencia, violonchelo. Orquesta Iberacademy de Medellín y Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Director: Yeruham Scharovsky. Obras de Giuseppe Verdi, Edward Elgar y Hector Berlioz.
El Concierto para violonchelo en mi menor, opus 85 de Edward Elgar es una creación concebida a finales de la Gran Guerra (1914-1918) y estrenado un año después en el Queen’s Hall de Londres. Esta obra marca un cambio estilístico en la obra del compositor inglés, como lo observaron los comentaristas de este periodo. Pero esta creación no solo es un comienzo de una “nueva música” como se dijo en aquel entonces, sino también a la desolación del compositor al ver las consecuencias nefastas de la confrontación mundial.
La obra de Elgar es una reflexión del impacto emocional de la tragedia de la guerra, por ello, sus cuatro movimientos son líricos, meditativos e intimistas. En la versión de Santiago Cañón-Valencia, violonchelista colombiano, predominó una visión elegiaca del concierto, donde la profundidad de la obra se percibió por medio del sonido aterciopelado del instrumento. En toda la interpretación del joven músico predominó la gravitas deseada por el compositor, pues no hubo dramatismo en su forma de tocar el instrumento en el escenario. Se percibió una visión adusta en toda la ejecución de la partitura.
El maestro Yeruham Scharovsky hizo un buen acompañamiento al concierto de Elgar con la orquesta, ya que nunca sobresalió el conjunto sinfónico frente al maestro Cañón-Valencia. Muchas interpretaciones de esta obra son densas, lentas y hasta monótonas. En este caso, fue todo lo contrario, el director logró mantener el equilibrio de la duración de los movimientos para evitar la somnolencia del público y el volumen de la composición. Sólo se debe agregar lo siguiente: la gran ovación de la audiencia a uno de los artistas favoritos de Colombia.
En la segunda parte del concierto, se interpretó la Sinfonía Fantástica: Episodios de la vida de un artista, en cinco partes de Hector Berlioz, compositor francés lleno de impulsos emocionales y pasionales, propios del Romanticismo. Cada uno de sus movimientos describe el estado alterado de un joven con la mente alterada por consumo del opio. Esta obra de carácter psicotrópico tiene un guion a lo largo de toda la partitura. Ni siquiera los Beatles llegaron tan lejos en alguno de sus álbumes como el creador francés.
El maestro Scharovsky dirigió esta partitura de una manera teatral y, por ello, cada movimiento de la Sinfonía Fantástica se percibió de una manera dinámica, como si narrase una historia al público. De este modo, su visión estuvo llena de matices, destacando los instrumentos en la parte que correspondía y, sobre todo, alternado la poesía, el lirismo con la delicadeza de los instrumentos de cuerda y madera, así como el dramatismo con el vigor del sonido de la orquesta. Muy delicado y rítmico estuvo el segundo movimiento denominado Un baile y también el último Sueño de una noche de Sabbat, donde nunca la orquesta se descontroló con el volumen del sonido en este aquelarre final.
El sonido de la orquesta del concierto estuvo excelente, a pesar de que muchas veces la unión de dos orquestas no resulta de lo mejor por las dinámicas sonoras distintivas de cada una de ellas. En esta ocasión, esta conjunción resultó ideal, debido a la juventud del conjunto juvenil Iberacademy de Medellín con la experiencia estilística y artística de la Sinfónica Nacional de Colombia. Con esta unión entre la segura madurez y la vivacidad de los muchachos se logró una vibrante ejecución de la obra de Berlioz y también un sonido sólido en el concierto de Elgar.
No se puede dejar de reseñar la obertura de La forza del destino de Giuseppe Verdi. Esta ópera con su argumento enrevesado es una de las favoritas de este comentarista por sus contrastes del alma humana, la unión de lo místico con el drama del teatro del mundo. En esta vigorosa pieza musical, el maestro Scharovsky logró unir el conflicto espiritual con los sones del destino. ¡Bravo por los trombones y todo el conjunto de metal por los acordes introductorios y por la réplica del sonido del órgano!
Todo el concierto tuvo un hilo conductor: el drama humano en sus diferentes facetas. El Concierto para violonchelo de Elgar rememora el dolor de las muertes de la Gran Guerra y por ello, es meditativo y reflexivo. La Sinfonía Fantástica de Berlioz recuerda las tristes consecuencias de los desamores de una persona depresiva y describe el despecho del corazón. En cuanto a la obertura de la Forza es el debate entre el honor, la vida y la mística. Muy buena velada a excepción del servicio de la cafetería del foyer del teatro. Tuve el honor de hacer una larga fila para que se saltaran mi turno.
Ricardo Visbal Sierra
(foto: cortesía Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo)