BOGOTÁ / Contrastes sonoros de Mozart y de Bruckner con la Filarmónica de Bogotá
Bogotá. Audiorio León de Greiff. 24-VIII-2024. Orquesta Filarmónica de Bogotá. Director: Joachim Gustafsson. Alon Goldstein, piano. Obras de Mozart y Bruckner.
Si una persona viene de visita a Bogotá y le gusta la música clásica debe conocer que todos los sábados, en el Audiorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia hay una cita con los grandes compositores. En el programa del 24 de agosto hubo una dupla muy austriaca de visiones y sonidos contrastantes: Wolfgang Amadeus Mozart con el Concierto para piano nº 17 en sol mayor, K. 453 y la Quinta sinfonía en si bemol mayor de Anton Bruckner.
Joachim Gustafsson realzó en este concierto las diferencias entre estos compositores, pues mientras el concierto para piano de Mozart se destacó por la finura en las texturas orquestales a lo largo de los tres movimientos, con una dirección donde se destacaba el juego de las armonías del compositor de Salzburgo. La visión religiosa, sentida y reflexiva se sintió en la Quinta sinfonía de Bruckner.
La dirección sobria y delicada resaltó la visión delicada del pianista Alon Goldstein y se transformó en una interpretación cristalina y muy cercana a una cajita de música. En los tres movimientos del Concierto nº 17 de Mozart la orquesta y el pianista entablaron un dialogo con unas tonalidades suaves y por ello, más que una interpretación temperamental o de una búsqueda de mostrar la agilidad, Alon Goldstein logró un sonido transparente del inmenso piano de cola. Este logro técnico hizo que la obra tuviese un eco ensoñador y una pizca de reminiscencias de la época de las pelucas del siglo XVIII.
En cuanto a la Quinta Sinfonía de Anton Bruckner, la interpretación de la Filarmónica de Bogotá estuvo más variable de lo deseado. En realidad, no estuvo mal pero se percibió más como un ensayo general de la obra, ya que varias secciones de la orquesta no lograron integrarse adecuadamente a la orquesta como los cornos franceses, vitales en esta composición.
Interpretar la Quinta sinfonía de Bruckner es bien complejo y se considera como una arquitectura armónica de difícil ejecución. Aun con la crisis de los cornos, la orquesta tuvo un sonido cercano al órgano, donde se resaltó en la entrada la línea musical del Stabat Mater o Salve Regina de Pergolesi. La visión del director Joachim Gustafsson estuvo más cerca de la búsqueda de la visión espiritual de Anton Bruckner y, de esta manera, la Filarmónica de Bogotá no tuvo un sonido voluminoso como le gusta a otras batutas, sin más bien áureas e introvertidas, donde se revitaliza la fuerte creencia católica del compositor.
La entrada de la sinfonía estuvo majestuosa con las cuerdas y luego el sonido organístico de los vientos. Es de destacar el gran color de los violines, los violonchelos y las violas en las fugas durante los dos primeros movimientos. Aunque, al director sueco le gusta dirigir de una manera sosegada y su batida no es nada emocional frente al público, es más bien lo contrario, bien austera y muy pausada, ni una traza de brazos y gestos enloquecidos.
El tercer movimiento, el Scherzo, donde se incluye el ländler, la pieza folclórica austriaca, fue el momento más débil de la sinfonía. Estuvo tan lento y de este modo, el sentimiento alegre y bailable se relegó a un segundo plano. Para ser sinceros, la batida del Gustafsson estuvo lenta y por ello, la orquesta se le caía por algunos instantes. En esto le faltó más temperamento, pero al final de la obra se solucionó este inconveniente.
En el cuarto y último movimiento, donde está el alma más religiosa de Bruckner con los motivos en diversas fugas a lo largo de este apartado, la Filarmónica encontró de nuevo en forma y llevaron a buen puerto esta complicada partitura. El tono de apoteosis del final con su poderoso sonido de los cobres y el redoble del timbal hizo retumbar el Auditorio León de Greiff. De verdad, como aficionado a la música, el volver a escuchar la Sinfonía n°5 de este compositor postromántico fue emocionante, aun con algunos inconvenientes durante la interpretación, en especial, por vivir y sentir en directo la compleja armonía arquitectónica de esta obra orquestal.
Menos mal que a Bruckner le han dedicado conciertos en Bogotá conmemorando los doscientos años de su nacimiento. Todavía me siento indignado pues ni la Filarmónica de Bogotá ni la Sinfónica Nacional montaron la Novena Sinfonía de Beethoven en su segundo centenario de su estreno en Viena. En fin, la unión de un concierto de Mozart y Bruckner tuvo unos resultados óptimos en la expectativa musical, sin embargo, a la sinfonía le faltó un poquito más de conjunción.
Ricardo Visbal Sierra
(foto: Jiyan Chen)