BOGOTÁ / ‘Ariadne auf Naxos’: lo cómico desplazó a lo sublime
Bogotá. Teatro Colón. 28-VII-2022. R. Strauss: Ariadne auf Naxos. Betty Garcés, Gustavo López Manzitti, Isabella Gaudi, Adriana Bastidas-Gamboa, Günter Haumer. Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Director musical: Josep Caballé Doménech. Director de escena: Joan Anton Rechi.
En Ariadne auf Naxos de Richard Strauss se rememora los conflictos estéticos operísticos del siglo XVIII entre los dramas serios musicales y las comedias bufas. El libreto de Hugo von Hofmannsthal retrata la sociedad vienesa con los ricos aristócratas que tenían el poder para hacer montajes de obras líricas, así como el desprecio hacia los compositores, quienes eran considerados como unos miembros más de la servidumbre. En este recuerdo musical dieciochesco, tanto el compositor como el libretista crean una ópera que tiene lugar en un gran palacio, pero, por capricho del señor, la obra dramática (seria) como la parte bufa se deben representar al mismo tiempo, y este es dilema que se debe resolver, pues lo mitológico debe unirse con la commedia dell’arte italiano. En la producción de Joan Anton Rechi para el Teatro Colón de Bogotá se trasladó el trasfondo histórico del siglo XVIII a la Viena de la década de 1930, cuando ascendió el nazismo en Austria. Para contextualizar este periodo de la historia, al levantarse el telón el lacayo lleva en sus manos el retrato de Francisco Franco y luego, el de Adolf Hitler.
Como es frecuente en as producciones operísticas de hoy, los criterios de los autores dejan de lado las ideas originales para nuevas reinterpretaciones. Esta producción de Ariadne auf Naxos no es la excepción. Rechi, el director escénico prefirió dar más fuerza a la parte cómica de la obra de Strauss, pero, es curioso, la puesta en escena no dio realce a la parte bufa de Zerbinetta y de los miembros de la commedia dell’arte. Lo gracioso, lo simpático, lo prosaico estuvo a cargo de la parte mitológica con Ariadna y de Baco con sus desmedidos vestuarios, ya que, con la mala traducción de los subtítulos, y los movimientos exagerados de los dioses, remitían a una constante ironía entre la sobreactuación en la escena y los versos épicos y filosóficos de Hofmannsthal.
En cuanto a Zerbinetta y su tropa, los cómicos de la ópera terminaron como un grupo folclórico andaluz, en donde la joven era una ‘manola’ con vestido de lunares que imitando a las bailarinas de flamenco. En cuanto a la comedia italiana, en el prólogo sus miembros parecían los de la banda de música de la zarzuela La alegría de la huerta. Ya en la segunda parte, los vistieron como toreros y bailaron una especie de fandango.
En cuanto a la parte vocal, esta Ariadne auf Naxos tuvo una gran calidad y sobresalió la diva colombiana Betty Garcés en el papel titular. La soprano llevó a cabo un excelente fraseo de la línea musical straussiana, la cual es muy complicada, pues debe realizarse con mucha delicadeza y con buen volumen en la voz. Si bien sus agudos no se perciben con brillantez, ya que su voz se ha vuelto más dramática, se agradece su naturalidad en la emisión. En cuanto al tenor argentino Gustavo López Manzitti, que hizo de Baco, se pudo apreciar una buena voz heroica, del famoso tipo Heldentenor wagneriano. Logró una excelente interpretación cómica del personaje. Sin embargo, si este papel ha de ser sublime por la música que compuso Strauss, la edición escénica lo convirtió en un bufón. Sólo le faltó el ánfora del divino néctar, la garrafa de vino o el botellón del calimocho en una mano, ya que en la otra llevaba el tirso de los rituales.
En cuanto al dúo entre Ariadna y Baco, se puede decir que no existió desde el punto de vista dramático, pues el director de escena hizo una reinterpretación donde los cantantes daban las gracias al público del gran señor vienés. Es decir, una composición de tipo amorosa terminó con dos cantantes alejados entre sí, cada uno por su lado. Un poco absurdo. Pero, bueno, las nuevas reinterpretaciones operísticas pueden ‘deconstruir’ los personajes.
En Ariadne auf Naxos, uno de esos principales es el músico, un protagonista que reflexiona sobre su labor y los reveses de la fortuna de su profesión debido a los problemas que le crean los cantantes, los instrumentistas y los mecenas. En esta edición, la interpretación estuvo a cargo de Adriana Batidas-Gamboa, con una esplendorosa voz de mezzosoprano que logró captar y expresar todos los sentimientos de este joven que desea triunfar en el arte. Es curioso que el productor caracterizara al músico como Richard Strauss joven.
El personaje bufo de Zerbinetta quedó totalmente desfigurado en la edición escénica, así como en el campo musical. En realidad, Isabella Gaudi no tuvo la culpa de que su aria Grossmächtige Prinzessin (Noble y poderosa princesa) saliera de una forma irregular. En primer lugar, en la escena, mientras hacía las difíciles florituras de su papel, la tropa de la commedia dell’arte flamenca bailaba con zapateado, lo cual generaba más hilaridad por la danza que por las habilidades vocales de la solista. Además, Caballé Doménech, el maestro concertador, no le permitió hacer el agudo final y la resolución del fragmento quedó con una armonía rara. Es importante anotar que la voz de Gaudí es más lírica que la típica soubrette que canta tradicionalmente este papel.
La edición de Ariadne auf Naxos en Bogotá deconstruyó el sentido original de la ópera, pero se puede considerar una buena producción por resaltar el sentido cómico de la obra, ya que la velada fue agradable y dinámica. Tristemente, lo sublime se perdió, quedó inconexo con el argumento central y, por ello, el gran dúo de amor entre Ariadna y Baco se desintegró entre la música y la teatralidad original deseada por Richard Strauss y Hofsmannsthal, el libretista.
Ricardo Visbal Sierra