Un año (nuevo) más
Con el concierto de Año Nuevo tengo sentimientos enfrentados. Lo veo siempre por la televisión a pesar de que a priori me interese poco. El año pasado con Welser-Möst se confirmaron mis sospechas, y las de muchos, pero los Philharmoniker repetirán con él en 2013, lo que hará que quizá sea el primer año, desde que tengo uso de razón musical, que me conforme con escucharlo por la radio mientras ayudo a recoger los restos de la cena. Quiero decir que soy fiel a una cita que musicalmente me gusta y hasta me interesa de verdad en algunas ocasiones. Sobre todo porque me llama la atención cómo se eleva a la estratosfera de la traducción culta una música que pertenece más de lo que parece a lo popular –en realidad, si me apuran, a lo pequeño-burgués venido a más, como los Strauss dedicando sus piezas a lo mejor de la realeza europea de su tiempo- y que se juzga desde aquí con un afán diseccionador probablemente digno de mejor causa. Hay muy buena música entre tanto vals, tanta polca y tanta cuadrilla, como la hay en la zarzuela, ni menores ni peores que otras, simplemente ellas y por lo mismo dignas de ser tratadas con una eficacia técnica que conduzca al placer que proponen. No voy a juzgar, por hablar de este año, a Jansons, que me parece –siempre en vivo, mucho más que en disco- un gran director y que me complació de verdad sólo en dos o tres piezas del concierto, y no precisamente en las de mayor facundia musical. Ni a la Filarmónica de Viena que estuvo siempre soberana, inigualable aquí, las cosas como son. Por lo demás, las tonterías de siempre, lo de las gorras de ferroviario, y el reloj, y el pito, y esta vez hasta un par de yunques tocados sin necesidad por un Jansons a quien no le convienen esos excesos, aunque debe estar mejor de salud pues al día siguiente de este concierto de Año Nuevo se le anunciaba en Múnich para hacer la Novena de Mahler con su Orquesta de la Radio de Baviera. Son presuntas gracietas sin la menor importancia artística que contribuyen a equilibrar valor y precio a los ojos de los asistentes que más pagaron, ese público pudientísimo que no sabe ni dar palmas. Insufrible el ballet, como siempre, y ñoño a más no poder ese documental que ilustró el intermedio presentándonos a algunos de los peores actores del mundo como fondo de unas ligerezas maravillosamente tocadas. Al fin, ¿qué más da si la cosa estuvo bien o mal, si hubo rubato o no lo hubo, si Jansons es un santo varón o no lo es? Hay crónicas que hablaban de que este concierto es un mensaje de optimismo. No me diga.