Revolución y continuidad
Dice Adorno que Bach consiguió su cima en los corales y que ellos han permitido, a lo largo de los siglos, abrir la puerta del túnel y divisar la luz lejana que orienta a los desorientados. Sin duda, pensaba en la alta porción de angustia y desesperación que es fácil hallar en mucha música contemporánea. Pero también lo contrario: el retorno a Bach que proclamó Stravinski en los años de 1920, tras recorrer el salvajismo prehistórico y los estruendos coloridos del barracón popular. Stravinski le hacía poca gracia a Adorno, pero ahí queda eso.
En cualquier caso, la observación adorniana apunta a que en la historia humana y, para el ejemplo, en la historia musical, las revoluciones acaban por reconocer antepasados. Schubert descubre el sonido de la resignación y la sumisión, inaugurando algo tradicional en la música austriaca posterior, que llega a Alban Berg. Prefiero pensar en Schumann, en sus repentismos, sus ráfagas, sus fragmentos de algo que es imposible imaginar como totalidad. También Berg hace unas obras que parecen surgir de la nada y encaminarse asimismo a la nada. El material armónico, atomizado, le vale como fundamento. Sus transiciones van urdiendo un tejido. El conjunto flota sobre el vacío, mas existe, es eso mismo: existencia. He estado a punto de evocar las filosofías existenciales de su tiempo y me he detenido oportunamente. No hay que cargosear al arte con misiones filosóficas, mal que le pese al maestro Adorno. O, mejor: al profesor Adorno.
La música es un arte que constantemente proclama su derecho a sobrevivir. Y una de las actitudes fuertes de la vida es reconocer su pasado, hacerlo presente dándole presencia en nuevas formas y hasta en nuevas y revolucionarias concepciones estéticas. El sonido de Berg, que se sostiene y se disuelve a sí mismo, se propone como absoluto. Incluso cuando convierte en música la palabra, para no sobreabundar ni entorpecer lo que ella dice, acuña su música en las entrelíneas y los silencios del verbo. Es entonces cuando la llave del coral bachiano abre la puerta del túnel y deja divisar la luz lejana, codiciada, amable, indispensable.