Impuntualidad real
Ayer estaba previsto que la Reina acudiera al concierto de la Orquesta de la Comunidad Valenciana que se presentaba en Madrid dirigida por Zubin Mehta. Siete minutos después de la hora prevista comenzaban a sonar palmas de tango y a los quince minutos Doña Sofía era recibida sin que las muestras de cariño, como decían los viejos gacetilleros, de una parte del respetable acallara las de indignación que habían ido creciendo hasta su llegada. La falta de puntualidad había hecho que unas leves muestras de desagrado fueran a más hasta hacer que el Auditorio pareciera la Monumental de Las Ventas en tarde bronca. Los responsables de la Casa Real debían haber calculado que el tráfico en Madrid estaba imposible por la huelga de Metro y haber salido antes de casa. O llamar para que fueran empezando porque no llegaban. El tiempo en el que el respeto a la institución llevaba a asumir con buen temple obligaciones como la de la espera parece haber pasado. Y eso que el público de ayer era, seguramente, más conservador que otra cosa; quiero decir, aparentemente más monárquico que republicano. Un espectador a mi lado decía: “Si llega a ser Zapatero lo matan”. Y otro contestó: “Sí pero a ese con razón”. Cómo está el patio.