BILBAO / Volver a los clásicos
Bilbao. Palacio Euskalduna. 30-IX-2020. Euskadiko Orkestra. Director: Robert Treviño. Obras de Schubert • 2-X-2020. Anne Schwanewilms, soprano. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director: Erik Nielsen. Obras de Wagner y Beethoven.
Es muy probable que las temporadas de las dos orquestas vascas se vayan a parecer poco a lo que originalmente tenían pensado, pero ambas han sabido reorientar sus caminos y ofrecer unas programaciones con grandes puntos de interés y, especialmente en sus primeros tramos, amplia presencia de los clásicos. La pandemia se ha llevado mucha música por delante, pero también ha permitido detenerse a pensar y ahora da la oportunidad de revisitar zonas del repertorio que deberían ser esenciales en toda orquesta para poner en orden las cosas, tomar perspectiva de todos los estilos y crear un sonido desde la base, desde las raíces del universo sinfónico.
A Robert Treviño [en la foto] le siguen dando la vida los grandes retos y para arrancar los motores de la Euskadiko Orkestra planteó un festival Schubert que repartió por las capitales vascas la integral de las sinfonías del austriaco. Su primer concierto en Bilbao empezó con la Inacabada, que en solo dos movimientos expresa más melancolía que todas las restantes unidas, además de tener como centro de acción la belleza. Algunos encuentran en ella una liberación de fuerzas explosivas, unos contrastes aún más intensos que en Beethoven, y seguramente Treviño sea uno de ellos a juzgar por el sentido épico que imprimió a la música, más próximo al heroísmo que al logro del sosiego y la serenidad. Al no aspirar a lo sublime, la Segunda muestra un discurso más paladino y terrenal, pero es inevitable sentir simpatía por esta sinfonía en la que Schubert parece estar contando simultáneamente su infancia y su adolescencia, la búsqueda en su música de un latido cercano al de Beethoven. Aquí Treviño pudo ser más él mismo y la condujo progresivamente hacia un cierre trepidante.
El concierto inicial de la Sinfónica de Bilbao (BOS) discurrió por una senda similar, de la paz a la guerra, aunque los Wesendonck Lieder de Wagner alteraron pasajeramente el paisaje. Anne Schwanewilms tiene la elegancia y el porte de las sopranos que han sido grandes Mariscalas, de forma que los cantó con una línea delicada y perfectamente matizada, y fue este el gran momento de Nielsen, poseedor de un estilo sereno y atrayente con el cual logró instantes muy elevados en el acompañamiento. La Quinta de Beethoven se enfrenta permanentemente a su propio mito y cuesta comprenderla en un ambiente de cierta moderación, como si las obras radicales demandasen necesariamente interpretaciones radicales. Nielsen la proyectó sin extremos, sin acentos especialmente incisivos o eléctricos, primando la musicalidad frente a la agresividad y la violencia, retratando a Beethoven más en su condición de hijo del siglo de las luces que en su personalidad de compositor trágico.
Asier Vallejo Ugarte