BILBAO / Sexo e intriga en ‘Rigoletto’
Bilbao. Palacio Euskalduna. 17-II-2024. Temporada de ABAO Bilbao Opera. Amartuvshin Enkhbat, Sabina Puértolas, Ismael Jordi, Emanuele Cordaro, Carmen Topciu, Fernando Latorre, Marifé Nogales. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director musical: Daniel Oren. Director de escena: Miguel del Arco. Verdi: Rigoletto.
Rigoletto es una ópera muy bien tratada en la historia de ABAO Bilbao Opera y el temor de que el montaje de Miguel del Arco fuese protestado, como sucedió en diciembre en el Real, fue desapareciendo a medida que la función iba entrando en calor y la música situándose en primer plano. “No quiero que el espectador mire de una manera cómoda y relajada”, declaraba Del Arco días antes del estreno, afirmando su deseo de subir el volumen de lo que dice Gilda para ofrecer Rigoletto desde una visión femenina. Y la joven careció, verdaderamente, de la vulnerabilidad que se le suele asociar como ser angelical que brilla en un mundo de hombres, un mundo (según la mirada de Del Arco) tenebroso y perversamente sexualizado. Nada fue hermoso, nada fue luminoso en este montaje que condujo al espectador a lugares oscuros de la sociedad donde los excesos coreográficos y visuales podían llegar a aturdir y a desviar la atención de lo que se estaba cantando. Fue así en “Caro nome”, en la “Vendetta” (repetida de manera algo forzada) y en “La donna è mobile”, que caracterizó la naturaleza más frívola del duque de Mantua. Pero hubo ambiente e intriga, instinto teatral en la realización escénica y magníficos detalles de iluminación y escenografía, precisamente todo eso que ha faltado en algunas producciones recientes presentadas en Bilbao.
Para el éxito de la velada fue determinante la labor en el foso de un Daniel Oren que se las sabe todas y que enfiló la tensión del melodrama sin perder la vista de los cantantes. De su intensa dirección, nítida y detallista, de alto voltaje, dieron cuenta la BOS con una respuesta impecable y un coro masculino particularmente preciso en el papel de grupo malvado que le reserva la obra y, de manera muy incisiva, este montaje. También algunos personajes secundarios adquirieron mayor relieve escénico, y entre todos (Marifé Nogales, Fernando Latorre, José Manuel Díaz, Gexan Etxabe…) pusieron la base de un elenco de considerable nivel. El gran triunfador fue Amartuvshin Enkhbat: si pudo parecer que en ciertos momentos se le escapaba la parte sufriente del personaje, su Rigoletto fue vocalmente muy sólido y en todo momento lució acentos, matices y un fraseo genuinamente verdianos. Su manera de decir la frase “Quel vecchio maledivami!” al inicio del segundo cuadro y la línea mostrada en “Cortigiani, vil razza dannata” fueron propios de un artista excepcional.
Ismael Jordi mejoró la buena impresión que dejó como duque de Mantua en 2013, manteniendo la elegancia en el canto de entonces (muy acorde al origen aristocrático del personaje) pero con mayor densidad en la voz. De Sabina Puértolas hay que alabar su musicalidad, su energía dramática y una desenvoltura escénica que le permitió seguir hasta el final las ideas de Del Arco, aunque quizás Gilda no sea el mejor papel para ella en términos puramente vocales. Lo mismo puede decirse de Emanuele Cordaro, un Sparafucile incontestable en lo actoral pero falto de rotundidad para redondear un retrato más siniestro del personaje. Y fue magnífica la Maddalena de Carmen Topciu en un tercer acto que finalizó con Gilda sumándose a una hilera de mujeres maltratadas: un desenlace posible, coherente e impactante en una función que reabrió para la ópera de Bilbao, sin alboroto alguno, las puertas del teatro moderno.
Asier Vallejo Ugarte
(fotos: Enrique Moreno Esquibel)