BILBAO / Rossini frente al silencio

Bilbao. Palacio Euskalduna. 21-X-2020. Temporada de ABAO. Rossini, Il turco in Italia. Paolo Bordogna, Sabina Puértolas, Renato Girolami, David Alegret, Pietro Spagnoli, Marina Viotti, Moisés Marín. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director musical: Christophe Rousset. Director de escena: Emilio Sagi.
A punto estuvo este Il turco in Italia de malograrse por las limitaciones de aforo dictadas por las autoridades (400 personas en recintos cerrados) a escasos días del estreno, pero la ABAO decidió subir el telón y para ello resolvió rápidamente ampliar de seis a nueve las funciones y reducir la duración de la ópera a unos noventa minutos. Los cortes siempre se llevan música por delante y esta vez se llevaron toda ella entre los números seis y doce, pero no condicionaron ni la coherencia argumental ni la maravillosa dualidad de la partitura. Zedda, que de Rossini sabía más que nadie, decía que Il turco está atravesada por la melancolía, y es precisamente esa melancolía la que la convierte una ópera tierna e inteligente en la que la comedia adquiere un tacto humano, poderosamente humano, que no quedó orillado por los cortes.
Sagi ve desde la distancia esa corriente melancólica, o al menos no parece seducirle tanto como el ingrediente cómico, que es el que realmente cuenta en su montaje, ambientado en el Nápoles de mediados del XX e imbuido del ritmo y del colorido habituales en él. Las puestas de Sagi suelen desprender un humor excéntrico pero limpio, además de cierto poder estético y un ritmo teatral muy preciso. Y ofrecen siempre la oportunidad de entregarse a sus virtudes. Aun así, lo que más destacó en este Turco fue la presencia de Rousset, que aseguró admirablemente todo los resortes estilísticos y expresivos de la obra, dando al mismo tiempo aire a los cantantes, orden en las escenas de conjunto y vivacidad a la acción, sin olvidar los grandes momentos orquestales que obtuvo de mano de la BOS.
Hubo una imagen triste, que fue la del coro cantando y actuando con mascarilla, lo que en la práctica suponía hacerlo con sordina. Del reparto se esperaba algo más. A Paolo Bordogna le puede su vena cómica en un papel (Selim) que demanda más nobleza, y tampoco tiene los recursos teatrales de Pietro Spagnoli (Prosdocimo), un rossiniano de manual y con imán en escena. Renato Girolami (Don Geronio) mostró una apreciable profesionalidad y creó un personaje veraz, pero no dejó una impresión duradera, lo cual puede decirse también de David Alegret (Don Narciso), de todos el más perjudicado por los cortes al quedar fuera su gran escena: “Intesi… Tu seconda il mio disegno”. Incluso Sabina Puértolas tardó en imponer su categoría como cantante y su absoluta afinidad con este repertorio. Al no tratarse de una ópera de individualidades fue el conjunto lo que permaneció, pues todas las piezas estaban ensambladas con exactitud y la alegría del reencuentro: la ópera volvía a Bilbao ocho meses después.
Asier Vallejo Ugarte