BILBAO / Euskadiko Orkestra: Dutilleux y Strauss en primera persona
Bilbao. Palacio Euskalduna. 5-VI-2024. Elena Sancho Pereg, soprano. Euskadiko Orkestra. Director: Robert Treviño. Obras de Dutilleux y R. Strauss.
A Robert Treviño se le distingue a la legua una especial querencia por el repertorio posromántico y de comienzos del siglo XX, con algunas llamadas a la música contemporánea: en sus programas recientes y venideros predomina la figura de Mahler junto a las aportaciones de Bruckner, Schoenberg, Strauss, Stravinsky o Rachmaninov, dejando de lado a Haydn, Mozart y Beethoven como clásicos que parecían irreductibles. Sin embargo, la Euskadiko Orkestra demostró al comienzo de la velada que sigue dominando el sonido del compositor de Bonn al interpretar la obertura de Fidelio bajo el mando de Sara Liton, alumna de Musikene que ha cursado durante meses un plan de formación con el propio Treviño.
El programa oficial se componía de dos obras que la orquesta interpretaba por primera vez. Dutilleux, como muchos de sus contemporáneos que iniciaron sus carreras al calor de las vanguardias (en plural, pues no solo Boulez era vanguardia), suavizó su estilo en su etapa final promoviendo un lirismo que en Correspondences (2003) se une a una orquestación muy sutil y variada, singular para cada uno de los textos (poemas y fragmentos de cartas de Alexander Solzhenitsyn y de Vincent van Gogh) en los que se basa. Elena Sancho Pereg las cantó fabulosamente con una voz muy buen emitida y el volumen justo para no verse superada por una orquesta a la que Treviño, fiel a su estilo, condujo con guante de seda forjado en hierro, observando los numerosos matices de la partitura y a la vez asegurando la solidez del conjunto.
Strauss le ha acompañado desde su presentación como titular de la orquesta en el Teatro Real en la entrega de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en junio de 2017. La Sinfonía doméstica, que describe a lo grande las cosas cotidianas de la vida, le permite venirse arriba pero conlleva también el riesgo de venirse abajo en ciertos momentos y perder el tono en sus más de cuarenta minutos: como la vida, puede resultar una obra demasiado larga para sostenerse igual de principio a fin. Treviño puso la mirada en los metales como familia dominante, pero sin descuidar los detalles que la pieza reserva a la cuerda y las maderas, resolviendo una versión elocuente a escala global, de lo delicado a lo majestuoso, dotada de una tensión constante y culminada con unos compases finales en los que la orquesta se veía tan confiada como en los iniciales.
Asier Vallejo Ugarte
(foto: Patxi Cascante)