BILBAO / ‘Die ersten Menschen’: atracción y odio entre los primeros humanos
Bilbao. Teatro Arriaga. 20-IV-2024. Annette Dasch, Daniel Schmutzhard, Simon Neal, John Daszak. Euskadiko Orkestra. Director musical: Robert Treviño. Director de escena: Calixto Bieito. Stephan: Die ersten Menschen.
En los últimos tiempos el Teatro Arriaga ha introducido el carácter innovador que (con algunas excepciones) le falta a la programación de ópera de ABAO, tanto en los que se refiere a los títulos como a las puestas en escena. Así lo demuestran el estreno de Orgía la temporada pasada, con música de Héctor Parra y libreto y montaje de Calixto Bieito, o la lectura en clave contemporánea que Tatjana Gürcaça realizó ahora hace un año del oratorio Cain, overo il primo omicidio de Alessandro Scarlatti. Por alguna razón, el Arriaga ha vuelto a poner su mirada en la historia bíblica del fratricidio de Abel a manos de Caín, esta vez con el estreno en España de la ópera Die ersten Menschen (Los primeros humanos) del alemán Rudi Stephan sobre un libreto de Otto Borngräber que reinterpreta el relato en clave erótica.
Stephan terminó sus días en los campos de batalla de la Gran Guerra al ser alcanzado por el balazo de un francotirador ruso cerca Ternópil, en el frente oriental de Galitzia. Era 1915 y tenía solo 28 años. Como recuerda Juan Manuel Viana en Músicas sumergidas (SCHERZO, n° 388), a su muerte fue calificado como “la fuerza musical más importante de la joven Alemania”. No llegó a ver estrenada la que sería su única ópera, que seguía en línea recta las enseñanzas de sus mayores (Wagner y Strauss), con una escritura vocal muy tensa y una orquestación suntuosa que resalta el impacto emocional de la historia. Una partitura así es un bombón para un director tan lleno de energía como Robert Treviño, que dirigió a la Euskadiko Orkestra en la parte trasera del escenario pero sin dejar que el sonido se quedase allí atrás. Su labor fue magnífica por su intensidad y su progresión dramática, obteniendo de la orquesta una respuesta tan poderosa y tímbricamente brillante como era de esperar.
Pero antes de que sonase la música ya se nos había mostrado la escenografía de Rebecca Ringst y Bieito nos había presentado la idea medular de la historia. Adán y Eva han sido expulsados del paraíso y se refugian junto a sus dos hijos en una vida de rutina sin sobresaltos, pero en el ambiente flota una reprimida pulsión sexual. Y Eva adora a Abel igual que rechaza a Caín. Bieito sitúa a Eva en el centro absoluto de la acción y todo gira en torno a ella, bien la decrepitud de Adán, el idealismo de Abel o la naturaleza salvaje de un Caín cuya angustia le corroe el alma, de un joven que lleva el odio dentro y que mata a su hermano porque no soporta la relación incestuosa que mantiene con su propia madre. La historia brinda a Bieito la oportunidad de distinguir lo que es físico de lo que es espiritual, lo que es puro de lo que es impuro, así como jugar con la simbología con una precisión milimétrica: lo hace con los frutos prohibidos, con la ceniza como muestra de que la persona vuelve al polvo, con el cordero de peluche que recuerda la inocencia perdida, con la piedad de una madre que sostiene el cuerpo sin vida de su hijo… O en esa escena final con Caín condenado no se sabe bien si a la cruz o a mantener el mundo sobre sus hombros.
No debe de resultar fácil encontrar unos cantantes capaces de conjugar las tremendas exigencias vocales de la partitura con la inteligencia teatral que demanda el montaje de Bieito. Aunque los cuatro mostraron un enorme talento escénico, con algunos alardes sorprendentes, fue el barítono Daniel Schmutzhard (Caín) el más completo, equilibrado y sólido vocalmente. También Simon Neal mostró empaque y entidad musical. Annette Dasch, con una voz de mayor potencia que brillo, destacó más por su personalidad, su expresión y su magnetismo. Y John Daszak (un gran protagonista de Bomarzo en el Real en 2017) no pudo ocultar un desgaste en la zona alta que lo llevó a pasar más de un apuro. Pero observar los detalles no debe desviar la atención del conjunto: sin ser Die ersten Menschen una ópera para todos los gustos, como novedad y como espectáculo ha marcado un hito en esta ciudad.
Asier Vallejo Ugarte
(Fotos: E. Moreno Esquibel / Teatro Arriaga)