BILBAO / BOS: entre la vida y la muerte
Bilbao. Palacio Euskalduna. 1-VI-2023. Jone Martínez, soprano. Roxana Constantinescu, mezzosoprano. Maximilian Schmitt, tenor. Christian Immler, bajo. Orfeón Pamplonés. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director: Masaaki Suzuki. Obras de Haydn, Takemitsu y Mozart.
El Euskalduna ofrecía una magnífica entrada para recibir por primera vez a Masaaki Suzuki al frente de la BOS en un programa de trasfondo fúnebre y dramático. Las visitas del maestro nipón a nuestro país han sido frecuentes desde hace más de veinte años, generalmente con su Bach Collegium Japan, pero en tiempos recientes también con orquestas de instrumentos modernos como la Nacional o las sinfónicas de Barcelona, Galicia y Castilla y León, lo que revela su amplitud de miras y una falta de prejuicios que no se estila en la actualidad.
Con el Réquiem de Mozart en el centro de atención, el concierto se inició con la Sinfonía n° 44, “Trauer”, como exponente del Haydn impetuoso de los años que transcurrieron entre 1768 y 1772, en los que su música tomó una dirección emotiva e intensamente dramática a la que no daría continuidad en el tiempo. Sin el acento, el mordiente o la capacidad para el contraste de los conjuntos especializados, la BOS se defendió con exactitud rítmica ante un Suzuki tan enérgico y variado en el gesto como ajeno a cualquier sentimentalismo. La corriente vigorosa de los movimientos extremos tuvo su complemento en un Adagio cuyo carácter lírico se conjugó de manera muy apreciable con la potencia de su expresión.
El Réquiem (1957) de Takemitsu, para orquesta de cuerda y sin textos cantados, no difiere sustancialmente en su tono consolador de algunas otras misas de difuntos compuestas en el pasado, aunque por su brevedad, su sobriedad y su lenguaje (en él “las notas flotan en el aire”, según el propio Suzuki) adquiere una contención que acaba volviéndose emotiva. Más de ciento sesenta años y un abismo estético lo separan del Réquiem mozartiano y, sin embargo, cumplió su función de crear una atmósfera previa de recogimiento. De la gran obra del salzburgués (en la edición de su hijo Masato), el japonés ofreció una visión similar a la de su grabación con el Bach Collegium Japan, aunando cierta templanza en el carácter con tempi vivos que otorgaban fluidez al conjunto; en lugar de grandes contrastes o una retórica descarnada, la claridad y la transparencia se impusieron en una música que muestra la lucidez de un Mozart cercano a la muerte.
En el buen rumbo de la noche fueron determinantes las respuestas de un notable Orfeón Pamplonés, poderoso y a la vez capaz de ciertas sutilezas, y de una BOS conjuntada y cada vez más preparada para afrontar el repertorio anterior a Beethoven. Esa mirada al pasado será parte muy relevante del legado que Nielsen dejará en la orquesta. Del entendimiento del estilo de la obra participaron igualmente los solistas, que conformaron un cuarteto vocal homogéneo, unitario y sin fisuras, con la buena noticia añadida del debut de la vizcaína Jone Martínez con la orquesta. De diversas maneras podía terminar su temporada, pero la suma de todos los factores implicados en este concierto hicieron de él una velada ideal.
Asier Vallejo Ugarte
(foto: BOS / Miguel San Cristóbal)