BARCELONA / Un exuberante Iván Martín para Rachmaninov

Barcelona. Palau de la Musica. Temporada OCM. 26.X.2020 / S. Rachhmáninov: Concierto para piano y orquesta nº 2, op. 18. J. Brahms: Sinfonía nº 4, op. 98 / Iván Martín, piano. Orquestra Simfònica Camera Musicae. Tomàs Grau, director.
Desde su creación en 2006, la Orquestra Simfònica Camera Musicae ha apostado firmemente por mantener un nivel de calidad interpretativa que año tras año ha ido superando hasta llegar a consolidarse como una orquesta de máximas garantías. La orquesta forma un tándem inamovible con su director, Tomás Grau, ya desde su fundación, y promueve la participación de solistas de talla internacional. Sus programas están integrados fundamentalmente por obras del gran repertorio, circunstancia que asegura una buena afluencia de público a los conciertos y que ha consolidado sus temporadas en el Palau.
El concierto celebrado el pasado domingo 26 de octubre presentaba un programa de campanillas integrado por el Segundo concierto de Rachmaninov y la Cuarta sinfonía de Brahms, y atrajo a un público que llenó el aforo hasta donde permitían las medidas aplicadas por el Procicat. En un principio debía ser Ivo Pogorelich quien actuara como solista, pero, como ya es habitual, la presencia sobre los escenarios españoles de solistas internacionales es hoy por hoy poco más que una quimera. En sustitución del croata intervino el prestigioso pianista canario Iván Martín, quien afrontó con bravura el brillante concierto de Rachmaninov, planteando una interpretación de muchos quilates desde el punto de vista expresivo. Martín buscó en la extrema rapidez de los pasajes de mayor virtuosismo una espectacularidad constante, que en ocasiones mermaba la claridad de la articulación y la transparencia sonora en los encadenamientos de acordes. La interpretación se elevó a lo más alto en el planteamiento poético y delicado de su Adagio sostenuto, y el solista recibió su justo tributo de aplausos por parte del público, culminando su actuación, ya fuera de programa, con unos ‘Capuletos y Montescos’ del Romeo y Julieta de Prokofiev. Por su parte, Grau y la OCM moldearon con gusto los colores que despliega la orquestación de Rachmaninov, y, pese a un exceso de volumen en ciertos pasajes del primer movimiento, mostraron una gran compenetración con el solista, arropado por una sección de cuerda solvente, por unos metales nada desbocados y por unas maderas que regalaban un sonido siempre aterciopelado.
Un buen presagio para una dignísima versión de la Sinfonia nº4 de Brahms, que recibió una lectura en la que primó la claridad del discurso sobre las estructuras formales de la obra. En la forma sonata clásica del Allegro ma non troppo inicial o en las treinta variaciones que configuran la passacaglia, basada en la ciaconna de la Cantata 150 de Bach, Meine Tage in den Leiden , ambas en mi menor, Grau favoreció un discurso que, sin rehuir la fortaleza de su orquestación, primaba la transparencia en el matiz, la claridad de las entradas, el sentido de las frases –en especial en las progresiones armónicas de su primer movimiento- dibujando con precisión la estructura formal de ambos apartados. Pero su Brahms también recaló en la introspección, en la exuberancia del Scherzo, en la solemnidad y el dramatismo final de la ciaconna. Una lectura, en resumen, repleta de alicientes, y una nueva prueba superada con nota por la OCM.
Lluís Trullén