BARCELONA / Retorno triunfal de Kissin
Barcelona. L’ Auditori, 13 de febrero de 2002. BCN Classics. Evgeny Kissin, piano. Beethoven: Sonata para piano n.º 8, en do menor, op. 13, Patética; Variaciones y fuga para piano en mi bemol mayor, op. 35, Variaciones Heroica; Sonata para piano n.º 17 en re menor, op. 31 n.º 2, “La tempestad”; Sonata para piano n.º 21, en do mayor, op. 53, “Waldstein”.
Han pasado prácticamente dieciocho años desde aquel 22 de febrero de 2002 en que Kissin, con la interpretación de los Cuadros para una exposición de Mussorgski, ofreciera el que a la postre sería su última actuación en Barcelona hasta la fecha, algo inimaginable por aquel entonces para los melómanos de la ciudad condal.
Memorable también había sido una de las anteriores actuaciones de aquel joven pianista ruso en el Palau, cuando ofreciera una inconmensurable versión de la Sonata en Si menor de Liszt (marzo de 1999)
Mientras, ‘en Madrid viene acudiendo a la llamada de Ibermúsica desde 1988, y la de ayer fue la cuadragésimo segunda comparecencia….ahí es nada’, recordaba Rafael Ortega Basagoiti en su crónica tras último recital de Kissin de el pasado día 10 en la capital…
Nada hacía pensar que desde aquel 2002 Kissin no volvería a Barcelona, habida cuenta de sus asiduas presencias en Madrid. Barcelona Classics asumió el ‘riesgo’ de contratar a Kissin, y el resultado ha sido un Auditori lleno hasta los topes para admirar –en algunos casos por vez primera, vista la joven edad de muchos asistentes- a este genio de la interpretación pianística.
El Auditori vitoreó como en pocas ocasiones la actuación de un pianista tras un recital, en este caso monográficamente dedicado a Beethoven en el que un Kissin entregado deslumbró con la Patética, La tempestad y la Waldstein, acompañadas por las Variaciones Eroica y, ya fuera de programa, con dos Bagatelas del Op.33 (primera y quinta), las Variaciones sobre un tema original Op.76 y las Escocesas WoO83.
Desde el perturbador acorde en Do menor que da inicio a la Patética hasta el monumental final de la Waldstein Kissin nos hizo viajar por los infinitos estados emocionales que se despliegan en la estética beethoveniana. La sublime poética cosechada en el segundo movimiento de la Patética, el clasicismo temático que traslucía del motivo principal del Rondó cuyas notas en staccato emergían con una naturalidad pasmosa entre unos maravillosos legati… Kissin había empezado a conquistar el Auditori.
Y qué decir de la fuerza impulsiva que derrochó en la Sonata nº17 que, haciendo honor a su shakesperiano título, nos deparó un primer movimiento con un sinfín de vivencias emocionales narrado como una sublime obra dramática merced al ‘tempestuoso’ contraste que mantuvo entre la aparición del breve motivo a modo de recitativo en tempo Largo y el enigmático Allegro, con su temática que deambula entre la heroicidad y la nostalgia. Su Adagio resultó sublime por su perfección tímbrica, y el Allegretto final, al que no podía pedirse mayor naturalidad expresiva, acabó de rematar una prodigiosa versión de esta Tempestad.
Maravillaba en Kissin el abanico infinito de sonoridades, siempre en pro del discurso más afín: vehemencia, arrebato, pasión, poética íntima… todo un sinfín de vivencias desgranadas en unas ejecuciones presididas por una deslumbrante precisión técnica. La fortaleza inconmensurable –con suma precisión de los ataques de pasajes de octavas o acordes bajo el control absoluto del peso del brazo- , el dominio total del uso del pedal -tan exigente en el Rondo de la Waldstein– o la transparencia prístina de los complejísimos trinos de dicha composición -cuya dificultad solamente tienen parangón con los de las últimas Sonatas o los de las Diabelli-, eran medios técnicos que a Kissin le permitían elevarse para alcanzar interpretaciones sublimes.
Pero si un Beethoven nos cautivó en grado superlativo fue sin lugar a dudas el de las Variaciones Eroica. Si pocos días atrás habíamos disfrutado del inolvidable motivo melódico extraído del ballet Las criaturas de Prometeo en la Tercera sinfonía interpretada por John Eliot Gardiner en el Palau, ahora Kissin llevaría a cabo una versión de las variaciones pianísticas repleta de ingenio, jugando hasta el extremo con la fastuosidad sonora y los colores que ofrece su extensa gama tonal. Llevó hasta límites insólitos los sonidos, narró el motivo menor con una profundidad extrema y la primera parte de la fuga a tres voces que cierra la composición fue un verdadero juego de artificio en pro de la creación de un mágico microcosmos contrapuntístico. Una tras otra Kissin fue desgranando las variaciones, atrapando al público en un discurso que no daba tregua.
Las mencionadas Bagatelas, Escocesas y Variaciones sobre un tema original rubricaron un recital ante un Auditori rendido ante este genio del piano a quien Barcelona a buen seguro espera volver a escuchar en un futuro no muy lejano.
Lluís Trullén