BARCELONA / Orlinski, menos deslumbrante y más intérprete
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 25-I-2024. Ciclo “Palau Grans veus”. Jakub Józef Orlinski, contratenor. Michal Biel, piano. “Farewells”, Arias de Fux y Haendel; y canciones de Czyz, Purcell, Karlowicz y Moniuszko.
El recital de uno de los contratenores de mayor impacto del momento, Jakub Józef Orlinski, estuvo precedido por la inauguración de la nueva iluminación del lucernario de la sala de conciertos del Palau de la Música Catalana. Tras los breves parlamentos del presidente del Palau y del Orfeó Català así como de la directora de la fundación que ha financiado el proyecto, el recital con el título del reciente lanzamiento discográfico del binomio voz y piano, publicado en el sello Erato en 2022 tuvo desde el primer momento un marcado carácter híbrido.
Por un lado, el barroco centroeuropeo del austríaco Johann Joseph Fux, con el aria “Non t’amo per il ciel” del oratorio Il fonte della salute K.293, para pasar un poco más tarde al ciclo Music for a while, de Henry Purcell y concluir con el “Amén, Aleluya” de la antífona en Re menor, HWV 269, de Georg Friedrich Haendel. Estas piedras miliares del repertorio barroco en el que Orlinski ha cimentado su rápido ascenso al Olimpo contratenoril, estuvieron separadas por diversas selecciones de canciones de compositores polacos del siglo XIX, Stanislaw Moniuszko y Mieczyslaw Karlowicz, y del siglo XX, Henryz Czyz.
Lejos de ahondar en su faceta más rompedora, la que ha propiciado su transversalidad en cuanto a público y presencia en redes sociales, Orlinski ofreció un perfil más contenido, aunque dejó rápidamente muestras de su buscada conexión con el público con unas frases de saludo en castellano y breves explicaciones de cada ciclo en inglés. A su favor, la simpatía y estoicismo por las reiteradas rupturas de concentración a causa de los teléfonos móviles que sonaron bien inoportunos.
A pesar de la modernidad de esa plaga, volvió a seducir al público, con un instrumento cálido, aunque limitado en extensión y gracias a unas buenas “messe di voce”, aumentando y menguando el sonido, así como alternancias entre notas en forte y en pianissimo, muy notorias en la purcelliana “The cold song” del ciclo Music for a while. Quedó así bien expuesta la compleja estética barroca de los afectos, aunque predominara la melancolía gracias a una voz más cómoda en la zona superior de su registro que en el centro, donde a veces se escuchaba mucho más nítidamente al piano de Michal Biel, ya de por sí primoroso en la expresión de las dinámicas y de los múltiples de la escritura entre polifónica y operística de Fux, a pesar de la limitación de la reducción a piano del diálogo entre voz y violín barítono. Fue el piano de Biel el que en la parte polaca del recital concitó mayor interés, dado el virtuosismo en la creación de atmósferas íntimas de cualquier recital de lied.
En las canciones polacas del ciclo Pozegnania (Despedida), de Czyz, hubo algún agudo un poco seco y fijo, tal vez por su contrastada escritura postromántica. Orlinski estuvo mucho más cómodo en la atmósfera más liederística de la selección de temas de Karlowicz y las dos mucho más cantables de Moniuszko, con ecos de Chopin y Chaikovski, con una omnipresente melancolía de todas las piezas. Ahí Orlinski se mostró hipersensible en los matices y también lejos, todo hay que decirlo, de cualquier complicación técnica, con lo que el recital tuvo un enfoque bastante conservador y algo alejado de lo que espera la mayoría de su público.
Después de tanta despedida a la polaca, terminar con Haendel y su virtuosística antífona “Hallelujah! Amen” fue un acierto ya que esas dos palabras, reiteradas de tantísimas maneras gracias a la batería de ornamentos y figuras del canto que plasmó el compositor, encontraron en Orlinski un hábil intérprete, dispuesto a agradar a la multitud de aficionados que querían sobre todo repertorio barroco tras el peaje de las canciones de su país.
En los bises, aportó continuidad con otra canción polaca y dos vistosísimas piezas barrocas. En la primera lució agilidad, y en la segunda, puso de manifiesto su capacidad fraseadora, aunque yendo a lo seguro, con el aria “Alla gente a Dio diletta” del oratorio Il Faraone sommerso de Nicola Fago, que ya cantó en un anterior concierto en el Palau en 2022 de la mano del conjunto Il Pomo d’Oro. Dicha pieza le permitió mostrar un centro luminoso y cálido, sin la necesidad de abordar de nuevo la alambicada agilidad que ya había mostrado en las otras piezas barrocas del recital.
Josep Subirá