BARCELONA / OBC: Lutoslawski venció a Brahms
Barcelona. L’ Auditori. 10-III-2023. Nicolas Altstaedt, violonchelo. Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC). Director: Ludovic Morlot. Obras de Pedrell, Lutoslawski y Brahms.
La OBC, bajo la dirección de Ludovic Morlot, ofreció la pasada semana sendos conciertos en las localidades de Vic y Gerona, con un programa en el que figuraban el poema sinfónico I Triunfi de Pedrel, el Concierto para violonchelo de Haydn y la Segunda sinfonía de Brahms. Ahora, en Barcelona, la obra concertante de Haydn fue reemplazada por el Concierto para violonchelo de Lutoslawski. Cara y cruz en esta ocasión. La cara fue precisamente Lutoslawski, mientras que la cruz fue una inocua versión de la Segunda de Brahms.
Aplaudimos la programación de un fragmento de I triunfi de Pedrell, pese a que la brevedad de la obra seleccionada (contemporánea de Excelsior o de la sinfonía dramática Leonore) no sirva para calibrar en su justa medida la calidad del legado musical del compositor catalán. Inspirada en el poemario de Petrarca, escuchamos su tercer y último apartado. Es una música que no escapa de la influencia wagneriana ni de la de Berlioz (fue escrita durante la etapa parisina de Pedrell). Hace referencia al Triumphus, la ceremonia que magnificaba a los héroes romanos. Buen hacer de una orquesta en este breve y brillante episodio sinfónico de un autor que no debería esperar a conmemoraciones de centenarios para figurar en el repertorio habitual de los auditorios españoles.
Un violonchelista camaleónico como Nicolas Altstaedt, capaz de actuar con idéntica solvencia con la Orchestre des Champs-Elysées, la Academy of Ancient Music o Il Giardino Armonico y de ser uno de los intérpretes más aclamados en la música contemporánea (ha interpretado numerosas obras de Thomas Adès, Jörg Widmann, Wolfgang Rihm, Thomas Larcher, Fazil Say, Esa-Pekka Salonen o Sofia Gubaidulina), tocó de memoria el complejísimo Concierto para violonchelo de Lutoslawski. Desde el soliloquio inicial, con unos glissandi repletos de preciosismo y con una precisión sonora impecable en las notas repetidas, Altstaedt nos sumergió en un juego de texturas y colores de profundidad máxima. Morlot, director versado en las demandas sonoras de la música de la segunda mitad del siglo XX, secundó con exacta precisión rítmica, con texturas orquestales bellísimas y con derroche de técnica, fortaleza y precisión sonora al solista. Infinidad de dinámicas surgieron en una versión marcada también por la reflexión, en que los lamentos compaginaban episodios rotundos y vibrantes, creando una amalgama de colores y texturas espléndidas. Fue un Lutoslawski intenso, de una indudable carga emocional, con un solista pletórico y una orquesta que funcionó a las mil maravillas.
Pero todo se desvaneció en la interpretación de la Segunda de Brahms, debido a la falta de texturas y claridad conceptual. Fue una Segunda enérgica, pero excesivamente plana y con desajustes en una la sección de metales, que había estado espléndida dos semanas atrás interpretando Strauss bajo dirección de Petrenko.
Lluís Trullén