BARCELONA / Ni la mejor fórmula remedia la falta de público en el Auditori
Barcelona. L’ Auditori. 5-II-2022. Annette Dasch, soprano. Josep-Ramon Olivé, barítono. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC). Director: Kazushi Ono. Obras de Magrané, Haydn y Zemlinsky.
No se le puede poner ni la más mínima objeción al último programa presentado por la OBC, con dos primeras audiciones que compartían cartel con la bellísima Sinfonía “La Passione” de Haydn y que contaban, a nivel interpretativo, con las voces de la reconocida Annette Dasch y del barítono Josep-Ramon Olivé, quien paso a paso se va forjando una carrera de lo más interesante. El programa se alejaba del anquilosamiento que producen esas obras de repertorio que se escuchan hasta la saciedad, para presentar la sugerente Obreda de Joan Magrané (estrenada el pasado 2 de octubre de 2020 en el Auditorio Nacional de Madrid) y la primera interpretación por parte de la OBC de una obra extraordinaria como es la Sinfonía Lírica de Zemlinsky, estrenada en Praga en 1924. Pero el público, viendo los claros que mostraba el patio de butacas del Auditori, no se sintió atraído por esta cita llena de alicientes y protagonizada por el entregado Kazushi Ono, que está cerca de finalizar su titularidad al frente de la OBC, después de siete años en el cargo.
Como cita Juan Lucas en las notas al programa de mano, Obreda es un término creado por el artista catalán Perejaume, resultado de la unión de los términos arboleda (bosque) y obra, es decir, bosque de obras. Magrané se apropió de esta idea poética para escribir esta pieza, tratando el espacio sonoro como una metáfora de la naturaleza, con una parte central que representaría un jardín cultivado por el hombre y los dos segmentos circundantes en los cuales la escritura orquestal es rica y abundante, como si la naturaleza recuperase sus derechos. El propio Magrané confiesa que, para elaborar la estructura de Obreda, extrajo su inspiración de los retablos medievales, cuya parte central está rodeada de otras imágenes relacionadas. En su estructura, las cuerdas crean un tejido sugerente, sin concesiones líricas, para lo cual Ono apostó por la vivacidad de los tempi. El propio Magrané señalaba, tras la interpretación, su pleno acuerdo con la opción tomada por el maestro nipón. Obreda muestra el buen hacer de un forjador de matices, de texturas, que se aleja de concesiones y fiel a un lenguaje que Ono supo traducir con pleno acierto, redondeando una versión repleta de misterio, delicadeza y plasticidad.
Una de las sinfonías predilectas de muchos melómanos de entre el extenso catálogo de Haydn es, sin lugar a duda, La Passione. Esta sinfonía, escrita en tono menor y cuyos últimos movimientos responden a la más clara ejemplificación del Sturm und Drang, nos revela un Haydn íntimo, reflexivo y detallista. Nos pareció espléndido el trabajo de las cuerdas de la OBC, así como matices dibujados por Ono. El director de la OBC supo conferir carácter trágico y sombrío, con unas dinámicas que resaltaron los aspectos más sobrecogedores de la obra.
Por último, la Sinfonía lírica es una obra maestra dentro del catálogo de Zemlisnky. Las referencias discográficas de Chailly y, por supuesto, de Maazel, con Varady y Fischer Dieskau junto a una siempre impresionante Filarmónica de Berlín, resultan ineludibles a la hora de enjuiciar una obra que bebe directamente de Mahler y cuyo sentido operístico (por el tratamiento vocal) prevalece a lo largo y ancho de los siete lieder que la conforman. El trabajo de Olivé, un barítono que brilla siempre en el apartado liderístico (su Schubert es magnífico), supo imprimirle el tono heroico que requiere el expresivo y apasionado primer apartado, Ich bin friedlos (No encuentro reposo), así como remarcar los aspectos sombríos del lánguido Du bist die Abendwolke (Eres la nube del atardecer) o dotar de la fortaleza que exige a voz Befrei mich von den Banden deiner süsse, Lieb! (¡Libérame de las ataduras, querida!). La labor orquestal fue impecable, con un Ono realmente cuidadoso en el equilibrio entre voz y orquesta, y que supo crear una atmósfera de belleza plástica llena de emotividad. Más desigual se mostró Annette Dasch. Su canto fue desigual, con momentos hermosos (por ejemplo, en Sprich zu mir Geliebter —Háblame amado—), aunque sin terminar de trasladar toda la fuerza emotiva que demanda la Sinfonía lírica.
Lluís Trullén