BARCELONA / Mullova y Slobodeniouk; feliz encuentro de sensibilidades
Barcelona. L’Auditori . 24-IV-2021. Viktoria Mullova, violín. OBC . Director: Dima Slobodeniouk / Obras de Sibelius y Chaikovski.
La confluencia entre un programa bien diseñado y la calidad de una solista y un director idóneos para afrontarlo, dio como resultado uno de los mejores conciertos de la presente temporada de la OBC. En una tarde tan señalada como la del día de Sant Jordi se dieron cita en el Auditori la siempre magistral Viktoria Mullova junto a un director sobradamente conocido en nuestras latitudes como Dima Slobodeniouk, titular de la Sinfónica de Galicia desde 2013, quienes aunarían sus talentos para interpretar el Concierto para violín de Sibelius.
Mullova, ganadora más de cuatro décadas atrás del Concurso Sibelius de Helsinki, y Slobodeniouk, director artístico del Festival Sibelius de la capital finlandesa, tocaron con devoción y con un halo de mágica musicalidad esta magistral partitura del compositor escandinavo por excelencia. Al gesto, de gran precisión técnica y exquisita elegancia expresiva, del director ruso afincado en Finlandia, se sumó una Mullova hierática en su posición corporal, que concentraba todo el esfuerzo en la precisión de unos sonidos que emanaban de su violín con una elegante dulzur.
Por su parte, la OCB sirvió un acompañamiento que hilvanaba con naturalidad los fraseos planteados por Slobodeniouk, conjuntándose a la perfección con una Mullova que desgranó una espléndida lectura de esta sublime página. La versión supo captar la delicadeza romántica del concierto, enarbolando un discurso de prístina claridad de principio a fin, que encontró en el lied tripartito del Adagio el epicentro poético de la versión. La violinista no enfatizó las mil y una diabluras técnicas que se dan cita en el último movimiento, ni cayó en ningún momento en alardes virtuosos que pudieran desvirtuar la narrativa de la obra.
Tras las sugestivas melodías de Sibelius le llegó el turno a la primera de las sinfonías de Chaikovski, una obra que, pese a vivir a la sombra de otros títulos mucho más conocidos de su catálogo, desprende una belleza lírica indiscutible. Su gestación en el año 1866, cuando el compositor finalizaba sus estudios en el Conservatorio de San Petersburgo, estuvo repleta de vicisitudes, y fue revisada en varias ocasiones hasta su versión definitiva, fechada en 1874. En este Sueño de invierno se desgranan instantes que desprenden melancolía, nostalgia y dramatismo, así como una fuerza impulsiva que emerge en el último episodio en toda su plenitud.
Fueron los momentos más delicados de la partitura, como el evocador adagio, donde la sensibilidad interpretativa de Slobodeniouk -que prescindió en este pasaje de la batuta- obtuvo una mejor respuesta por parte de unas inspiradas cuerdas de la OBC. Los músicos se impregnaron del trabajo minucioso y detallista de un director que tiene la virtud de dibujar con una tremenda plasticidad la música que quiere transmitir. Y la simbiosis entre Dima Slobodeniouk y la OBC funcionó a las mil maravillas, brindándonos una hermosísima versión de este Sueño de invierno en una primaveral tarde del día de Sant Jordi.
Lluís Trullén
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