BARCELONA / La Sinfónica de Viena deslumbra con la ‘Sinfonía Nº 5’ de Mahler
Barcelona. Palau de la Música. 24-XI-2022. Jan Lisiecki, piano. Orquesta Sinfónica de Viena. Director: Omer Meir Wellber. Obras de Mozart, Mahler
Éxito apoteósico de la Orquesta Sinfónica de Viena, dirigida por Omer Mier Wellber, en el concierto celebrado en la noche del jueves en un Palau que se quedó sin entradas en taquilla para este evento, incluido en la gira europea de la formación que se inició el pasado día 14 en la Wiener Konzertahus y que incluye actuaciones en Polonia, Alemania, España (Barcelona y Zaragoza) y Holanda. Concierto integrado por dos obras a las que no hace falta presentación: el Concierto para piano nº 21 de Mozart y, ya en la segunda parte, la Sinfonía nº 5 de Mahler, que, por cierto. podrá volver a escucharse en la misma sala el próximo lunes, 28 de noviembre, en la versión de la Orquesta Sinfónica de la Radio Baviera bajo dirección de Iván Fischer.
El concierto incluía la presencia del joven y afamado pianista Jan Lisiecki con el celebérrimo Veintiuno de Mozart. Fue el suyo un Mozart robusto, romántico, de tintes más propios de las últimas obras concertantes beethovenianas y llevadas al extremo de tempo en sus dos Allegro. Lisiecki, con un pianismo basado en un articulado rotundo, de claridad absoluta y con un juego de dinámicas llevado al extremo, nos presentó un Mozart tremendamente personal, más visceral que reflexivo, más cautivador por la luminosidad que brinda la tonalidad de Do mayor que por la interiorización de la música que desprende la obra. El pianista canadiense se siente muy cómodo en el repertorio romántico; basta recordar que con solo 14 años ya fue invitado a Varsovia para interpretar y grabar los dos conciertos para piano de Chopin, cuyo éxito fue una de las razones por las que un año después firmó un contrato en exclusiva para Deutsche Grammophon. Su primer registro con el sello amarillo estuvo dedicado precisamente a los Conciertos KV 466 y 467 de Mozart, bajo la batuta de Zacharias y con la Sinfónica de la Radio de Baviera.
Lisiecki maravilló en el Palau por la nitidez, por la originalidad y fastuosidad de las cadenzas de los movimientos extremos, por la integración de sonido con el juego de contrastes que le brindaba la orquesta vienesa y por una versión repleta de sutilezas del celebérrimo movimiento Andante. Nos cautivó su atrevimiento a ofrecer un Mozart muy personal, alejado de versiones canónicas, su fortaleza tímbrica y este articulado sin mácula de virtuoso de primer orden. Ya fuera de programa, ante un público rendido, ofreció una delicada interpretación del Nocturno op. póstumo en Do sostenido menor de Chopin, incluido en su último registro discográfico.
Bastaron los primeros compases de la Trauermarsch para darnos cuenta de la dimensión emocional que alcanzaría la versión de la Quinta de Mahler propuesta por la Sinfónica de Viena. El israelí Omer Meir Wellber (director principal de la Filarmónica de la BBC, principal director invitado de la Semperoper de Dresde, director musical del Teatro Massimo Palermo, de la Volksoper Wien y de la Raanana Symphonette de Israel) mantiene, con su gesto elocuente y de precisión extrema, una tremenda empatía con los músicos. Maravillosa la expresión lánguida de los violonchelos del primer movimiento o la sonoridad expansiva, pero nunca desbocada, expuesta por un majestuoso metal en las fanfarrias de dicho movimiento inicial. Recaló en lo dramático, con un poderoso instrumento orquestal de bellísima densidad sonora, ajustado en todas sus secciones, sin por ello dejar de atender las sutilezas líricas que se desprenden, a modo de ejemplo, sobre el sugerente ritmo ternario del tercer movimiento sacando a relucir lo mejor de una sublime sección de cuerda.
Su lectura poseyó aquella profundidad de la legendaria expresividad de Barbirolli, de las bellísimas recreaciones de Haitink o de la fastuosa versión de Chailly con la Concertgebouw. Pero, ante todo, la oscuridad del primer movimiento, la vehemencia imprimida a lo largo del segundo (Stürmisch beweg, mit grösster Vehemenz, con una superlativa Sinfónica de Viena) y la fogosidad del momento triunfal, brillante, majestuoso del Rondo finale, se acercaban al carácter de la apasionada versión legada por Bernstein con la Filharmonica de Viena en 1987. Resultó repleto de emoción el Adagietto, a pesar de que un teléfono móvil truncó toda la magia a los pocos compases de su inicio, por lo que Wellber decidió interrumpir la interpretación y reiniciarla tras el incidente. La cuerda, el alma de esta Sinfónica de Viena, estuvo pletórica, elevándose con matices bellísimos, con elegancia de trazo, con un sonido cautivador por su cohesión, hacia una versión que rozó lo sublime. Aplausos unánimes ante una versión colosal que, ya fuera de programa, tuvo las polcas Trisch Trasch y Truenos y relámpagos.
Lluís Trullén
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