BARCELONA / La OBC inaugura temporada con un estelar Sheku Kanneh-Mason

Barcelona. L’Auditori. 17-XI-2021. Sheku Kanneh-Mason, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC). Director: Duncan Ward. Obras de Vivancos, Elgar y Prokofiev.
La OBC ha inaugurado su temporada de conciertos 2021-2022. Lo ha hecho con el segundo apartado del recorrido que, a modo de ciclo de la vida dividido en tres partes, nos llevó el pasado curso a la idea de Génesis. En esta nos llevará a la idea del desarrollo —Amor y Odio —. Y la próxima, que culminará en julio de 2023, abordará la idea de Muerte y Rretorno.
El programa de este concierto de la OBC, con presencia del violonchelista británico Sheku Kanneh-Mason, contenía como obra principal la suite Romeo y Julieta de Prokofiev. Bajo la dirección del también británico Duncan Ward, que regresaba a L’Auditori tras su concierto con Varvara celebrado el pasado mes de enero, se ofreció asimismo el estreno mundial de U, del compositor Bernat Vicancos. Kanneh-Mason fue el solista del Concierto para violonchelo de Elgar, el cual ya ha grabado junto a la London Symphony a las órdenes de Simon Rattle.
La música de Bernat Vivancos, compositor invitado de la temporada 2021-2022, nunca deja indiferente por su trabajo detallista. Muchas de sus obras son de corte religioso —no olvidemos su pasado como director de la Escolanía de Montserrat, entre 2007 y 2014—. Con U ha dado un salto a un lenguaje estético mucho más avanzado. La afinación de la orquesta resulta peculiar: un primer grupo afina el diapasón a 442 Hz, un segundo grupo lo hace a una octava de tono por debajo de los primeros (432 Hz) y un tercero, a una octava de tono superior (448 Hz). La obra U (pronunciado como you, en inglés) nos envuelve en unas texturas sonoras de gran belleza, contrastando elementos que avanzan bajo una armonía que despliega colores por momentos ariscos, por momentos dotados de una sobria elocuencia, pero que, ante todo, nos absorbe en la punzante atmosfera sonora que surge de esa inusual afinación, la cual proporciona timbres sumamente originales. Tomando las palabras que acompañan las notas al programa escritas por Joan Magrané, compositor también invitado para esta temporada, U “combina magmas sonoros con secuencias de luminosidad y nitidez”. Buena acogida de esta obra por parte un público que completó el aforo permitido de L’Auditori.
Siempre resulta sugerente escuchar a Sheku Kanneh-Mason, violonchelista que se hizo famoso en 2015 por su actuación con cinco de sus seis hermanos en el programa Got Talent inglés. Y aún más celebridad alcanzó cuando tocó en la boda del príncipe Enrique de Inglaterra y Meghan Markle. Kanneh-Mason asume su rol de músico que se acerca por su temperamento, por su manera desenfadada de vestir y por su eclecticismo musical a una amplia diversidad de públicos. Se entrega con pasión a las obras que pasan por sus manos. Su Elgar estuvo rodeado de una aureola de romanticismo, de visceralidad, de belleza plástica, enarbolando un discurso con una enorme carga poética. Nunca pecó de grandilocuencia ni de alardes, pese a su elocuente gestualidad. Desde el Adagio hasta el el Allegro ma non troppo con el que se corona el concierto, forjó un discurso sin fisuras, en el que la elegancia implícita de las melodías y la melancolía inherente de esta música fluyeron con una naturalidad sumamente evocadora. Su plena sincronía con la OBC y Ward dieron cuenta del talento que atesora este joven artista.
La actual ampliación del escenario de la sala Pau Casals de L’Auditori —ganando tres filas de platea— permite mantener la distancia de seguridad entre los músicos y posibilita la interpretación de las grandes obras sinfónicas. Ello supone un beneficio evidente, aunque para el director de turno esa gran amplitud de espacio a la que se debe enfrentar le puede ocasionar más de un quebradero de cabeza. Ward supo capear en todo momento la situación y logró en líneas generales una notoria cohesión sonora. Pese a ello, su paso por la Suite Romeo y Julieta tuvo sus más y sus menos. En algunos momentos, el exceso de volumen de los metales enturbió el trabajo de cuerdas y maderas. Como contrapunto, los pasajes expresivos y de mayor carga emotiva que desplegó en la suite de Prokofiev permitieron apreciar la labor de un director que dejó buenas sensaciones en este concierto inaugural de la OBC.
Lluís Trullén