BARCELONA / La OBC despide la temporada con una imponente versión del Réquiem de Verdi
Barcelona. Auditori. 31–V–2024. Joyce El-Khoury, soprano, Rinat Shaham, mezzosoprano Andrei Danilov, tenor, Dmitry Belosselskiy, Josep-Ramon Olivé, barítono. OBC. Orfeó Català. Ludovic Morlot, dirección. Obras de García-Tomás, Magrané, Rumbau, Verdi.
La temporada de conciertos 23-24 de la OBC ha cerrado su programación con una espléndida interpretación del Réquiem de Verdi. A lo largo de la temporada se han constatado dos aspectos en donde la OBC ha cumplido con nota: los programas dedicados a la música francesa, de la que Ludovic Morlot es un especialista, y el compromiso con la música de nuestros creadores actuales, aspecto ineludible para toda orquesta con subvención pública. La programación de música contemporánea sirvió en esta ocasión como preámbulo para el Réquiem de Verdi, con el estreno de Tres elegías para barítono y orquesta, compuesta en cada una de sus partes por Octavi Rumbau, Joan Magrané y Raquel García-Tomás.
Obra encargo del Auditori, sobre textos poéticos dedicados al amor y la muerte, tuvo como protagonista al barítono Josep Ramon Olivé, quien va consolidándose como una de las voces con mayor personalidad de nuestro panorama interpretativo. Olivé desgranó con un canto firme, bien proyectado y transparente en su dicción, la profunda y punzante poética de los versos. La música de Rumbau, Magrané y García Tomás deambula bajo un mismo plano sonoro, con texturas orquestales complejas en el plano armónico que otorgan siempre el protagonismo a la línea melódica vocal. Una obra elaborada a tres bandas con un común denominador estilístico y ámbito tonal.
Con un Auditori que presentaba un lleno absoluto, la interpretación del Réquiem contó con una cuidada elección de los solistas vocales que auguraba unos resultados más que prometedores. La soprano Joyce El-Khoury, que cantó pese a padecer una afección alérgica, ya tuvo exitosos debuts verdianos como Elisabetta de Don Carlo en la Ópera de Montecarlo (noviembre 2023) y Maria en Simon Boccanegra en febrero de este mismo año. Voz segurísima en el agudo, clara proyección, de precisa afinación, elegante en su fraseo, saldó con brillantez todas sus intervenciones, pese a su previamente anunciado problema de salud. Por su parte, la mezzo Rinat Shaham volvía a Barcelona tras sus interpretaciones liceístas de Maddalena (Rigoletto) y justo dos años después de su participación en un memorable Wozzeck en el rol de Margret. Su voz corpórea y sin fisuras, su canto expresivo revestido de una profunda intensidad, hicieron que cada una de sus intervenciones se convirtiera en deleite para el oyente.
Andrei Danilov se mostró cómodo en las complejas características vocales reservadas a la tesitura de tenor en el Réquiem. Una voz luminosa y firme, idónea para cantar el Duque de Rigoletto o Edgardo de Lucia di Lammermoor, le permitió plasmar unas intervenciones plagadas de agudos imponentes, acompañadas por un dominio de la totalidad de sus registros en un impoluto Hostias en el Offertorium. El bajo Dmitry Belosselskiy ha abordado esta obra verdiana en diversas ocasiones, entre ellas el pasado mes de septiembre en el Metropolitan. Su voz rotunda, de una fortaleza nunca reñida con una capacidad de apianar las notas con esmero, hizo de cada una de sus apariciones un ejemplo de canto entregado a todos los pormenores expresivos del Réquiem verdiano.
El planteamiento de Morlot recaló en el contenido emocional, fraguando una versión que se movía entre los más reflexivo hasta alcanzar un apasionamiento a momentos visceral. Su versión se movió entre la súplica, aquella quietud musical que abre y concluye el Rèquiem, y aprovechó la admirable aportación de las más de cien voces del Orfeó Català, que preparó con esmero sus intervenciones y cantó con un seguridad absoluta el Allegro agitato con el que inicia el Dies Irae. Pudo echarse en falta mayor cohesión en el desarrollo conceptual interpretativo, muy abocado a los aspectos “operísticos” y al gusto por enfatizar los contrastes entre dinámicas. La energía desbocada inferida en el doble coro del Sanctus o el tono de súplica que rodeó a un bellísimo y emocionante Liberame Domine, convivieron en una versión que tuvo a una OBC impecable en todas sus secciones, con un metal espléndido y unas cuerdas que cada día van a más. Un final de temporada con aplauso unánime por parte del público y que vaticina buenos augurios para el futuro de la OBC.
Lluís Trullén
(fotos: May Zircus)