BARCELONA / La acústica de L’Auditori jugó en contra de Mahler
Barcelona. L’Auditori. 9-IV-2021. Dorothea Röschmann, soprano. Ian Bostridge, tenor. Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC). Directora: Marta Gardolinska, Obras de Lutoslawski y Mahler.
Los alicientes que presentaba este programa de la OBC no tuvieron una justa correspondencia con el número de espectadores asistentes al concierto, un factor atribuible, a todas luces, a las consecuencias derivadas de la pandemia, que merman el aforo, la movilidad y condicionan los horarios de inicio de los conciertos. Lo cierto es que una sala de tan amplias dimensiones como la de L’Auditori con poco público influye de manera decisiva en la acústica. Por ello, las voces de Dorothea Röschmann y, muy especialmente, la de Ian Bostridge se vieron perjudicadas en su interpretación de los lieder que integran Des Knaben Wunderhorn de Mahler.
Causó muy buena impresión el trabajo de la joven directora polaca Marta Gardolinska al frente de la OBC, que abrió el concierto dirigiendo La pequeña suite de su compatriota Witold Lutoslawski, reservando lo mejor de su talento para afrontar la compleja y deliciosa orquestación que Mahler plasmó en el antes citado conjunto de lieder. Se apreció una dirección muy estudiada en su gesto, atendiendo con esmero a los pormenores técnicos, sin perder detalle de las entradas y dominando los volúmenes con un gesto impecable.
Futura directora musical de la Ópera Nacional de Lorena, la dirección de Gardolinska fue un tanto hermética en la obra de Lutoslawski, una página que en sus cuatro apartados rebosa de un perspicaz y constante guiño a los motivos melódicos y rítmicos folclóricos. Pasajes impetuosos alternan en sus cuatro movimientos con momentos de una calidez plástica de refinada orquestación, en que el protagonismo del flautín o la brillantez del metal en un final impetuoso llenan de una amplia amalgama de colores una partitura que la OBC supo trasladar con eficacia.
Y el plato fuerte del programa llegaba con el ciclo mahleriano. Se apostó por dos voces de contrastada solvencia. En el primero de los lieder, El canto del centinela, la voz de Bostridge se vio por momentos opacada por la sonoridad orquestal. Su proyección no resultaba lo suficientemente amplia para llenar la acústica que demandaba el auditorio. Sin embargo, las tablas vocales y artísticas del tenor británico propiciaron que su lectura se centrara en los aspectos expresivos, en el sufrimiento que desprende el texto del lied El toque de diana o el carácter fúnebre que emerge de una música tan incisiva como la de El niño del tambor.
A medida que avanzaba el ciclo, Bostridge consiguió encontrar un equilibrio con la orquesta. De sus intervenciones en solitario o en las compartidas con Röschmann, nos quedamos con su delicado color (sobre todo, en el registro agudo), con su carácter expresivo y con la manera de comprender el texto. A título personal nos sentimos mucho más atraídos por las versiones llevadas a cabo para barítono, como la inolvidable de Fischer-Dieskau, la de Quasthoff o la de Goerne.
Röschmann mostró unas tablas y una musicalidad innegables a lo largo de todas sus intervenciones. La soprano alemana, con suma claridad en la emisión, planteó su Mahler con una gran carga expresiva, que es la requieren estos textos, en que tanto las onomatopeyas del cuco, el ruiseñor y el asno en el Elogio de la inteligencia como la exigencia en el agudo en la pugna amorosa del lied Esfuerzo inútil superaron los problemas acústicos que planteaba la sala. Su trabajo resultó notable, bordando el delicado lied ¿Quién compuso esta cancioncilla?, ofrecido con un canto que transmitió una sensual naturalidad.
Por último, Marta Gardolinska supo dibujar con destreza, gracias a la buena respuesta de la orquesta, el sarcasmo, la ingenuidad, la conciencia trágica de los soldados, la visión de la naturaleza tan inherente en Mahler, la desolación, la inocencia y tantos matices que aparecen en esta soberbia colección de canciones.
Lluís Trullén
(Foto: May Zircus)