BARCELONA / Josep Pons llena de emoción verdiana la estética visual del ‘Macbeth’ soñado por Jaume Plensa
Barcelona. Gran Teatre del Liceu.16-II-2023. Verdi: Macbeth. Luca Salsi, Sondra Radvanovsky, Erwin Schrott, Francesco Pio Galasso, Fabian Lara, Gemma Coma-Alabert, David Lagares. Director musical: Josep Pons. Director de escena: Jaume Plensa.
Todo el aparato publicitario del Gran Teatre del Liceu promociona el nuevo montaje de Macbeth como una creación de Jaume Plensa y, de hecho, en sus carteles digitales solo aparece “Giuseppe Verdi – Jaume Plensa”. Suerte tienen de que el verdadero artífice del éxito de la producción, Josep Pons, sea un hombre que prefiere optar por el silencio y, aunque seguramente no deba estar muy contento con semejante ninguneo, evita cualquier confrontación pública con los responsables de tan mezquina campaña de promoción.
Decía Claudio Abbado que, si se sabe leer, toda la emoción y la intensidad dramática de la genial y visionaria primera ópera de Verdi sobre Shakespeare está en la partitura, en sus innovaciones, indicaciones y hallazgos que, en un estallido de genio creativo, hicieron avanzar el teatro lírico por nuevos caminos. Y, ciertamente, Josep Pons sabe leer y traducir todo esto mundo vocal y teatral en una versión musicalmente admirable que sigue escrupulosamente las indicaciones de la partitura y ofrece en su integridad la versión revisada de 1865, más el aria de Macbeth Mai per me che m’affidai antes del coro final de victoria. El abanico de colores orquestales, la oscuridad y el latido inquietante del drama shakesperiano, la planificación de los contrastes, la construcción de los grandes clímax concertantes… todo el gran Verdi llega al público a través de una gran respuesta orquestal y un acompañamiento de las voces cuajado de exquisitos detalles y honda expresividad.
Lo mejor de la función inaugural (teatro abarrotado, muchas personalidades del mundo político —no ha faltado a la cita liceísta el presidente de la Generalitat Pere Aragonés— y cultural) fue la calidad musical, con un muy buen reparto y un coro que fue a más y culminó su labor con un Patria oppressa de conmovedores acentos y, antes, un Coro de sicarios de gran acierto, con primorosos detalles en el acompañamiento orquestal.
El barítono Luca Salsi triunfó con un Macbeth de incisivos acentos, potente, más enérgico que cuidadoso en el fraseo, de gran solidez y fuerza vocal. Tiene empaque, aunque sin esa nobleza en el canto de otros grandes barítonos —una lástima, de verdad, la cancelación de Carlos Álvarez como protagonista de primer reparto— y en sus maravillosos dúos con Lady Macbeth se disfrutaron detalles muy bien perfilados, fruto de exhaustivos ensayos y buen entendimiento con una Sondra Radvanovsky que saltó al escena con una bravura y una presencia arrolladora: la gran soprano tuvo una noche muy afortunada, con agudos un tanto gritados, cierto, pero con graves de poderoso efecto y un fraseo verdiano de gran clase. Dejó momentos para el recuerdo en La luce langue y Una maccchia é qui tuttora y se entregó a fondo en los grandes concertante. A gran altura el Banco del bajo Erwin Schrott, de nobles y humanos acentos, y solo correcto el tenor Francesco Pio Galasso como Macduff, más preocupado por la potencia que por la línea de canto en su única aria. Buen nivel en el resto del reparto, completado por Fabian Lara (Malcolm), Gemma Coma-Alabert (Dama de compañía) y David Lagares (Médico/Sirviente/Sicario/Heraldo).
Dejo para el final lo más publicitado por el Liceu, es decir, la dirección de escena, la escenografía y el vestuario creados por Jaume Plensa. Su lectura —la frase Sleep no more es el punto de partida del Macbeth ‘soñado’ por el cotizado artista plástico catalán— es visualmente muy atractiva en la creación de una omnipresente atmósfera negra teñida de sangre y el efecto que causan sus esculturas es muy atractivo. El uso de telas blancas con signos de interrogación, letras y proyecciones, tan íntimamente ligadas a su fascinante estética visual y el vestuario —hay mucho del ritual del teatro kabuki— animan un discurso teatral plano, estático, más cercano al oratorio que deja el escenario abierto y casi desnudo en muchas arias y dúos. El montaje, con Leo Castaldi como colaborador en la dirección de escena, cuenta con una muy notable coreografía de Antonio Ruz y una estupenda iluminación de Urs Schönbaum.
Xavier Parera