BARCELONA / Humanidad y espiritualidad para la ‘Missa Solemnis’
Barcelona. Palau de la Música Catalana. Miércoles 11-12-2019. BCN Classics. Mozart: Concierto para clarinete y orquesta en La mayor, KV 622. Beethoven: Missa Solemnis, en Re mayor, op. 123. Ricarda Merbeth, soprano. Olesya Petrova, mezzo. Josep Bros,tenor. Steven Humes, bajo Martin Fröst, clarinete. Coro Estatal de Letonia. Orquesta de Cadaqués. Gianandrea Noseda, director.
El Palau de la Música Catalana presentó un lleno casi absoluto para el tercer concierto de la temporada de BCN Classics con la Missa Solemnis de Beethoven como plato principal, precedida del Concierto para clarinete de Mozart. Se trata de un programa inscrito en la gira de la Orquesta de Cadaqués con la que se abre -en palabras de sus responsables- ‘un periodo de descanso y reflexión’ para la formación, frase con regusto de despedida tras una fructífera trayectoria iniciada en 1988. De la mano de su titular, Gianandrea Noseda, y junto al Coro Estatal de Letonia y un destacado elenco vocal, afrontaba la Missa beethoveniana, una obra definida por Furtwängler como ‘demasiado excepcional para cualquier interpretación terrenal’ o como apuntaba el no menos legendario Bruno Walter, ‘música que deja de ser absoluta y se convierte en un vehículo para expresar cualidades y preocupaciones humanas’.
Y más allá de los complejísimos entresijos técnicos iniciados en el Assai sostenuto en Re con el que se abre el Kyrie, el impetuoso Gloria, los fugados del Credo o el triunfal ‘Pleni sunt coeli’ , la versión planteada por Noseda buscaba la claridad de las líneas vocales, la transparencia en el fraseo ayudado por un coro de voces prístinas y capaces a la vez de ahondar en una majestuosidad sonora triunfal tan acorde al Re mayor que planea en toda la composición.
El elenco de solistas, con un bravísimo Josep Bros -quien pocos días atrás ya nos maravilló en el Palau- las voces wagnerianas de Ricarda Merbeth y Olesya Petrova, y el bajo Steven Humes, se movió como un compenetrado cuarteto de cámara alcanzando momentos de una sensibilidad y expresividad brillantes, llegando al zénit de la dulzura interpretativa en el ‘Andante molto cantabile’, la inefable melodía del violín, definida por Arturo Reverter como uno de los ‘más sublimes momentos’ de la producción beethoveniana.
Se trató de una lectura a medio camino entre el concepto diáfano de un Gardiner y los destellos de fortaleza propios de Barenboim, con un Noseda que dilucidaba con esmero las distintas texturas orquestales para plantearnos una interpretación translúcida y espiritual, haciendo suya la frase beethoveniana: ‘desde el corazón para el corazón’ que precede la partitura. El sombrío adagio del ‘Agnus Dei’ -único movimiento en modo menor de la composición- y el apacible ‘Dona nobis pacem’ reflejaban la serenidad, el control de los excesos volumétricos, el contrapunto de la vorágine de fugados y el agotador trabajo al que se ven sometidos los solistas, el coro y la orquesta a lo largo del ‘Gloria’, ‘Credo’ y ‘Sanctus’ precedentes. Partitura colosal que Noseda cinceló como un enorme bloque que esculpía recogiendo tanto la admiración supraterrenal de las palabras de Furtwängler como el medio expresivo de cualidades humanas de Walter.
La Missa Solemnis debería ocupar por sí sola un programa único, pero escuchar previamente el Concierto para clarinete de Mozart en las manos de Martin Fröst fue una delicia. Sensibilidad a raudales, derroche de técnica y expresividad para una obra cuyas particularidades de instrumentación iban también como anillo al dedo a una Orquesta de Cadaqués que nos ha brindado a lo largo de estas tres décadas muchos momentos inolvidables.
Lluís Trullén