BARCELONA / Herreweghe y su orquesta dejan una ‘Heroica’ para el recuerdo
Barcelona. Palau de la Música. 31-05-2023. Orchestre des Champs-Élysées. Director: Philippe Herreweghe. Obras de Mozart, Beethoven.
El Palau de de la Música Catalana de Barcelona fue escenario del concierto inscrito dentro de la gira española que el director Philippe Herreweghe y la Orchestre des Champs-Élysées están llevando a cabo por las ciudades de Oviedo, San Sebastián y Bilbao. En un lapso de tiempo de poco más de un año, Herreweghe ha visitado la sala modernista ofreciendo interpretaciones de obras de la dimensión de las Pasiones según San Mateo y San Juan de Bach y la Missa Solemnis de Beethoven. En esta ocasión, el director belga programaba dos monumentos sinfónicos del calibre de la Júpiter y la Heroica.
El Palau, en un concierto inscrito en la temporada BCN Clàssics, presentó un lleno prácticamente absoluto para contemplar la perfecta simbiosis que existe entre el director belga y la Orchestre que fundó en 1991. Encabezada por el concertino Alessando Moccia, la orquesta brilló de principio a fin en todos sus atriles, dejando alguna que otra sombra en la página mozartiana. El brillante y triunfal inicio rítmico en Do mayor de la Sinfonía Júpiter, con la calidez sonora proporcionada por los instrumentos de época, daba inicio a un Allegro vivace poco proclive a la acentuación de los relieves dinámicos. Las modulaciones a tono menor, los cromatismos que preceden el sugerente motivo en la menor o la sucesión de temas que culminan en el heroico final, mostraron una tendencia a la placidez sin entrar en un juego de colores desmedido.
Herreweghe planteó una visión íntima del Andante cantábile, incidiendo con una sombría recreación en el pasaje en re menor; lejos de buscar emoción, recaló en la elaboración de equilibrios sonoros y de unas dinámicas técnicamente impecables entre las secciones. El director desprendió elegancia en una visión solemne del Minuetto pero no fue hasta la llegada del fugato del Finale cuando la perfecta técnica orquestal, la plasticidad y la profundidad expresiva alcanzaron una plena dimensión interpretativa. Director y orquesta se entregaron para ofrecer una versión impulsiva, desenvuelta, con una magistral recreación de los complejos contrapuntos. Herreweghe exponiendo una dirección inteligente, hacía emanar con lucidez la perfecta escritura mozartiana que corona esta sinfonía.
La disposición orquestal, con los contrabajos situados tras los metales y maderas, con violonchelos y violas en la parte central del escenario y violines a los dos lados del maestro, ayudaron a la claridad sonora del fugato. Herreweghe conoce a las mil maravillas la sonoridad del Palau, una sala que además siempre se ha mostrado idónea para formaciones de características y número de efectivos como los que propone la Orchestre des Champs-Élysées.
Y al esplendor del Do Mayor de la Júpiter, siguió la luminosidad del Mi bemol de la Sinfonía Heroica, aquella tonalidad también compartida con el Concierto Emperador. Las cuerdas nos sumergieron en un Allegro con brío majestuoso, desplegando una energía que brilló de manera colosal en el fortissimo que abre la reexposición. La complejidad de texturas que se suceden en el amplio desarrollo o la vivacidad que caracteriza la extensa coda, propiciaron la tendencia hacia una versión dinámica, enérgica, de un magnetismo conmovedor. Como contraste la elocuencia que Herreweghe imprimió en la Marcha fúnebre; los contrastes entre forte y piano, el bellísimo tema en modo mayor expuesto por el oboe o el fugato presentado por los violines, nunca nos hicieron olvidar la atmosfera desoladora que acompaña el movimiento. El Scherzo fue un estallido de color gracias a la vivacidad de tempo que imprimió el director belga y que rememoró aquella inolvidable versión legada por Gardiner en el Palau.
Herreweghe escrutó en los más sutiles detalles para hilvanar un discurso comedido en los efectos; nunca escaparon de su dirección la máxima precisión rítmica, la exactitud de los ataques o los volúmenes milimétricos que permitían un juego dialogante entre las secciones. La majestuosidad del primer movimiento, la elocuencia del segundo y la diafanidad en el Scherzo precedieron al Finale. Las variaciones sobre el celebérrimo tema que Beethoven también utiliza en las Variciones Heroica en Mi bemol op.35, propició un fin de relato repleto de optimismo; un disfrute para los profesores integrantes de una orquesta sin fisuras en sus secciones y entregada bajo la batuta de Herreweghe, a encumbrar una Heroica triunfal.
Lluís Trullén
(fotos: A. Bofill)