BARCELONA / Feliz reencuentro (recital en el Palau de Noelia Rodiles)

BARCELONA / Verano en el Palau. Noelia Rodiles piano. Programa: F. Mendelssohn: Lieder ohne Worte. J. Magrané: Dos piezas para piano op. 30. F. Schubert: Adagio D 178 en Sol mayor. J. Rueda: Sonata nº 5 The Butterfly Effect. L. v. Beethoven: Sonata nº 31 en La bemol mayor, op. 110. Palau de la Música Catalana. Lunes, 10 de agoto de 2020
Entablar un diálogo entre el romanticismo musical y la música de vanguardia ha constituido una premisa en la trayectoria de la asturiana Noelia Rodiles, quien regresaba al Palau de la Música Catalana para acercarnos su delicioso pianismo. Si en su reciente grabación discográfica (The Butterfly Project) hacía dialogar la música de Jesús Rueda, David del Puerto y Joan Magrané con la de Schumann, Mendelssohn y Schubert respectivamente, en esta ocasión presentaba buena parte de este trabajo coronado por la Sonata n. 31 de Beethoven. Se entablaba así una conversación musical entre dos obras que nacieron como encargo de la propia pianista -las Dos piezas para piano de Joan Magrané y la Sonata n. 5 “El efecto mariposa” de Jesús Rueda- y las sutilezas románticas del Adagio D.178 de Schubert, las Canciones sin palabras op.30 de Mendelssohn y la monumental Sonata op.110 de Beethoven, configurando un programa tan ecléctico como sugerente.
Del Mendelssohn de Noelia Rodiles emergió una narrativa basada en el lirismo, en una comedida serenidad que subyace tras los contrapuntos que dirigen su mirada a Bach. Su pianismo fluía con naturalidad y contenía un halo descriptivo que llegaría a su zenit con una intimista recreación de la celebérrima Canción del Gondolero. Seguiría la música de Joan Magrané, en la que planea en el sostenuto inicial la desnudez implícita de la Música Callada de Mompou, antesala de un pasaje de vivacidad colorista como preámbulo a unas variaciones basadas en las primeras notas del Adagio de Schubert. La pianista se sentía cómoda con las sutilezas sonoras, con la amalgama de armonías que cuidadosamente emergen de esta partitura, antes de adentrarse en la serenidad que impregna la sublime pieza de Schubert; un pianismo comedido, sigiloso y de fina sensibilidad prevaleció en la interpretación de la música del vienés.
“El aleteo de una mariposa puede hacerse sentir en el otro lado del mundo”. Este proverbio chino inspira la Sonata n 5 de Jesús Rueda, cuya tremenda complejidad técnica, explícita en su “Perpetuum mobile”, no amilanó a una Noelia Rodiles que desde el sugerente y sutil primer apartado de la obra hasta el tsunami pianístico de su finale desplegó una pianismo enérgico, a la par que refinado, para ofrecernos una lectura netamente descriptiva. Y si la obra de Rueda sigue un evidente hilo narrativo, la Sonata op.110 de Beethoven se presenta como un corpus marmóreo, en la cual la exigencia técnica de sus contrapuntos debe congeniar con los súbitos cambios de carácter y los pasajes lentos, reflejo todo ello de la quintaesencia beethoveniana. La versión planteada por Rodiles, sin fisuras ni efectos desmedidos, parecía estructurarse bajo un guión en el cual el control técnico servía de soporte para una lectura que extraía los aspectos más melódicos por encima del apasionamiento o la vehemencia. Versión que fue largamente aplaudida por el centenar de espectadores que asistieron a un concierto que tuvo como colofón la pieza de 1933 Rapsodia asturiana, del paisano de Rodiles Benjamín Orbón.