BARCELONA / El ‘Triple’ y un estreno de Sotelo para otra noche beethoveniana
Barcelona. Auditori. 7-II-2020. Joan Enric Lluna, clarinete. Guy Braunstein, violín. Alisa Weilerstein, violonchelo. Inon Barnatan, piano. OBC. Director: Kazushi Ono. Obras de Mauricio Sotelo y Beethoven
Confesaba el compositor Mauricio Sotelo, momentos antes de estrenarse en España su obra L’angelo necessario para clarinete y orquesta, su admiración por Beethoven, profesada ya desde pequeño y su predilección especial por la Cuarta sinfonía, cuyos pentagramas sobrevuelan este ángel necesario que nace en la voz del clarinete como un sueño y que toma su título de un ensayo homónimo de Massimo Cacciari. Sotelo ha realizado una composición cuidadosamente construida, de evidentes exigencias técnicas que pusieron a prueba las excelencias de un solista de la talla de Joan Enric Lluna, desplegando un tejido de sonoridades que evocan en su origen esa Cuarta beethoveniana, enfocada desde un lenguaje ecléctico tanto en lo armónico como en su discurso lírico. Obra de innegable calidad, fruto de un encargo de del Théâtre de la Monnaie y estrenada en Bruselas el pasado 6 de enero, el estreno en España a cargo de Lluna y una estupenda OBC fue recibido con evidentes muestras de aprobación.
Tras el buen trabajo de la orquesta bajo la batuta de Kazushi Ono [en la foto], el programa del concierto seguiría, como no podía ser de otro modo, con la Cuarta de Beethoven, en una versión que interpretativamente fue a más, con la vista puesta en el optimismo y virtuosismo que desprende su vigoroso finale. Ono buscó refinamiento y sutilezas haydnianas en el Adagio, desprendió luminosidad en el Allegro molto vivace y guardó lo mejor para un Allegro ma non troppo en el que pudo lucirse una inspirada sección de cuerda de la OBC.
Pero este nuevo concierto, inscrito en el Festival Beethoven 250, guardaba no uno, sino tres ases en la manga, pues incluía también el Triple concierto del compositor de Bonn. El violinista Guy Braunstein, la gran Alisa Weilerstein al violonchelo y el pianista Inon Barnatan expusieron una obra que transita principalmente a través de diálogos entre el violonchelo —el alma del concierto— y el violín, reservando para el piano un rol más discreto condicionado por la escritura que Beethoven diseñó para su alumno el archiduque Rodolfo.
Compenetración, implicación estilística hacia una versión abierta y afín al tono de Do mayor con un Ono que volvía a extraer de la orquesta una brillante respuesta. Weilerstein volvía a Barcelona dos meses después de ofrecer las Suites de Bach en el Palau para mostrar un talento y una delicadeza que brilló con luz propia en un segundo movimiento sumamente evocador. Por su parte Braunstein, quien fuera durante más de una década concertino de la Filarmónica de Berlín, cinceló con su violín unas líneas melódicas que alcanzaron su cénit en un prodigioso Rondo alla Polacca, mientras su compatriota —también nacido en Tel Aviv— Inon Barnatan mostró una total empatía con Ono y la orquesta, asumiendo su cometido con pasión y desenvoltura. La versión resultó exuberante, con especial énfasis en los matices dinámicos, y colmó las expectativas del público ante unos solistas de los que a priori cabía esperar una contrastada calidad.
Lluís Trullén