BARCELONA / Dueñas y De la Parra, esperado y exitoso debut en el Palau

Barcelona. Palau de la Música Catalana. 9-III-2022. María Dueñas, violín. Deutsche Kammerphilhamonie Bremen. Directora: Alondra de la Parra. Obras de Ginastera, Sibelius y Dvorák,
Esperado doble debut en la sala modernista del Palau, con la presencia de dos figuras del panorama interpretativo de mayor renombre internacional. Por un lado, la directora Alondra de la Parra, que pocas semanas antes había actuado en el Auditori barcelonés al frente de la OBC; por otro, nuestra María Dueñas, extraordinaria y excepcional, de quien ya no existe duda alguna de que está llamada a ser una de las violinistas más relevantes y aclamadas de las próximas décadas. Un Palau lleno a rebosar, profusamente iluminado –el concierto era emitido en directo en streaming–, en el que directora mexicana y violinista granadina contaron con la complicidad de una orquesta eficiente como fue la Deutsche Kammerphilhamonie Bremen, que mostró más de una laguna tanto a nivel colectivo como individual.
Nos hubiera encantado que esta formación alemana –que está realizando una gira que la lleva por Murcia, Barcelona, Bremen y Stuttgart– hubiera incluido en su programa alguna de las sinfonías londinenses de Haydn, pero optó por las Variaciones concertantes de Ginastera como obra inicial del programa. De la Parra dirigió con gesto preciso, con una expresión gestual y corporal coreográfica; mostró elocuencia y un poder de comunicación que transmitía un magnetismo absoluto a los músicos de la orquesta. Variaciones concertantes en las que ora cobra protagonismo la trompa, ora el contrabajo o el violín, y en las que se evidencian las cualidades determinadas de cada solista de la orquesta, cuya calidad es innegable, aunque diste mucho del de las agrupaciones sinfónicas alemanas que están en mente de todos (Dresde, Fráncfort, Leipzig, Múnich o, por supuesto, Berlín). De la Parra nos cautivaba por su precisión gestual, por adecuar las indicaciones drammatica, giocosa, ritmica que van sucediéndose en las doce partes orquestales de las variaciones al sentido colorista propio del compositor argentino, en una obra densa pero bien hilvanada a nivel constructivo.
El protagonismo de la directora mexicana quedó compartido con una estelar María Dueñas. La violinista, de blanco radiante, impactaba con una versión del Concierto para violín de Sibelius de altos vuelos. La pureza de su sonido, el modo que posee de hacer cantar su violín y su precisión técnica –que le permite desenvolverse con naturalidad ante el pasaje más intrincado y complejo de resolver–, siguen día tras día fascinándonos. Su juventud parece ser inversamente proporcional a su madurez y profundidad estética, tal como concibió y ofreció el temible Concierto para violín de Sibelius. Todo era expresión, fraseos de elegancia depuradísima, su détaché, ¡qué manera de manejar el arco!… Precisión absoluta para alcanzar el sonido más bello y refinado posible y entregarnos un Sibelius lleno de emoción, romántico, elocuente, de una poesía mágica en su movimiento central y de una rítmica embriagadora en el tercero… ¡Y Dueñas todavía no ha entrado en la veintena! La compenetración con Alondra de la Parra fue decisiva. La directora manejó la orquesta para servir un equilibrio de volumen perfectamente ajustado al sonido del violín, contagió a los profesores de Bremen de una profundidad musical que recreaba una atmósfera envolvente y llevaba en volandas a una solista que nos sedujo con un derroche de talento soberbio. Con música de La vida breve de Manuel de Falla –con un impecable sustento orquestal– fue la despedida de una María Dueñas que tuvo un debut soñado en la sala modernista del Palau.
La Deutsche Kammerphilhamonie Bremen, con la que Alondra de La Parra mantiene una estrecha relación –fue su directora invitada cuatro temporadas atrás– dio lo mejor de sí en la conmovedora Sinfonía nº 7 de Dvorák. Una versión en líneas generales majestuosa, pero a la que le faltó ese sentir nacionalista y elocuente de las ideas plasmadas en un movimiento final impregnado del sentimiento popular contra la opresión. Una lectura que sí incidió en el penar que rodea al Poco Adagio –motivado por una línea musical expresiva reflejo de la desolación y resignación que sentía el compositor tras el reciente fallecimiento de su madre y de su primer hijo– y que mostró la mejor cara de una orquesta que nos sirvió sus mejores momentos en este intenso movimiento. Lectura que abundó con acierto en la intensa tonalidad de Re menor y que técnicamente mostró un buen hacer orquestal, aunque echáramos en falta una mayor intensidad heroica en sus movimientos extremos. Grandes aplausos para una pletórica Alondra de la Parra y la orquesta, que se despidieron con una expresiva interpretación de La leyenda del beso.
Lluís Trullén