BARCELONA / Dudamel sorprende y entusiasma en su debut en el Liceu
Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 1-X-2020. Verdi, Il trovatore. Rachel Willis-Sørensen, Yusif Eyvazov, Ludovic Tézier, Okka von der Damerau Dmitry Belosselskiym, Mercedes Gancedo, Néstor Losán. Coro y orquesta del Liceu. Director: Gustavo Dudamel.
El debut de Gustavo Dudamel en el Liceu -dirigiendo además por primera vez en su carrera Il trovatore– ha sido mucho más que un simple golpe mediático. El trabajo que ha realizado en el foso el famoso director venezolano ha sido serio, riguroso, comprometido y estimulante. Nada que ver, pues, con un bolo de lujo. Y los músicos de la orquesta del coliseo lírico barcelonés han respondido con una entrega y un entusiasmo similar, ofreciendo una calidad, precisión y belleza del sonido orquestal que fue lo mejor de una versión concertante de muy irregular reparto que nació ya muy mermada por la cancelación por coronavirus de Anna Netrebko. No nos engañemos, solo la presencia de la diva rusa podía justificar en parte unos desorbitados precios -las localidades en el gallinero a 36 euros y en el anfiteatro las más caras a 355. El Liceu es uno de los teatros con precios más altos del mundo, lo que no deja de causar asombro en tiempos de crisis.
Dudamel apostó por una lectura de fuertes contrastes y tempi lentos, bien sostenidos y con una paleta de colores y matices de gran belleza que la orquesta recreó con absoluta entrega, galvanizada por el poder comunicativo de un Dudamel que daba vida al caudal melódico verdiano con desbordante expresividad. También logró una admirable respuesta del coro (a pesar de las mascarillas), con un canto preciso y muy bien matizado
Ya se sabe que donde canta Netrebko canta su marido, Yusif Eyvazov. La baja por convalecencia de su esposa dejó al tenor consorte solo ante el peligro y hay que reconocerle la valentía y el aplomo al lidiar con un papel tan exigente como Manrico, hoy en día sin intérpretes de referencia que puedan compararse, ni de lejos, con Pertile, Corelli o Björling. El timbre del tenor de Azerbaiyán es ingrato y su fraseo es monótono y poco inspirado, pero mantiene firmes agudos y, gracias a un acompañamiento formidable de Dudamel, salvó Di quella pira con suficiente brillo.
La soprano estadounidense Rachel Willis-Sørensen superó dignamente el reto de sustituir a Netrebko en su debut liceísta. Con nervios en su aria de salida, fue ganando aplomo y sorteando las exigencias de Leonora con una voz bella, demasiado lírica, algo justa en los graves y con agudos no siempre bien colocados. Como intérprete, se queda fuera del personaje, con más frialdad que temperamento, aunque mejoró mucho su sentido dramático en el Miserere y la escena final.
El mejor intérprete verdiano de la velada fue el gran barítono francés Ludovic Tézier, un Conde de Lune de gran nobleza en el fraseo y aliento dramático, muy bien cantado. Su intensa interpretación de Il balen del suo sorriso levantó lo aplausos más encendidos. Decepcionó, no por falta de calidad en la voz, sino por lo ajena que parece al mundo verdiano, la mezzosoprano alemana Okka von der Damerau, una Azucena de tibio temperamento, sin peso y color en los graves. Muy efectista y sonoro el Ferrando del bajo Dmitry Belosselskiy como sonoro Ferrando en un reparto bien completado por Mercedes Gancedo y Néstor Losán.
(Foto: Antoni Bofill – Gran Teatre del Liceu)
Javier Pérez Senz