BARCELONA / Dudamel regresa al Liceu con un Mahler notable pero no excepcional

Barcelona. Gran Teatre del Liceu: 19-IX-2022. Mahler: Sinfonía nº 9. Orquesta de la Ópera nacional de París (La Bastille). Director: Gustavo Dudamel.
La preinauguración de la temporada del Gran Teatre del Liceu, con Gustavo Dudamel como gancho mediático, al frente de la Orquesta Nacional de la Ópera de París (La Bastilla), no ha sido en lo musical un acontecimiento de especial relevancia, quizá porque ni Mahler es un compositor habitual en las temporadas del coliseo barcelonés ni forma parte tampoco del repertorio de la formación francesa. Siendo buena, la versión de la Novena que ofrecieron ante una sala con muchas butacas vacías no alcanzó las cotas de calidad y trascendencia que convierten un buen concierto en una velada inolvidable.
Por lo que se refiere al aforo, el tirón popular de Dudamel no ha conseguido movilizar a los aficionados. La causa principal, siempre que hablamos del Liceu, son los precios exorbitantes, que sitúan al coliseo de la Rambla como el más caro de Europa, con las localidades más caras al disparatado precio de 255 euros (las más baratas del gallinero, a 14 euros). Con Mahler también en lo atriles, Palau 100 abrirá su temporada el 3 de octubre con Riccardo Chailly y la Filarmónica de la Scala (la Titán, más la Primera de Beethoven) y una horquilla de precios que va de los 35 los 150 euros; también la OBC abre el curso con Mahler (la Cuarta) como plato fuerte entradas de 25 a 55 euros. Y si buscamos los precios más altos en la temporada del Palau, la palma se la lleva la Filarmónica de Berlín con Kirill Petrenko —una formación y un director de muy superior calidad—, con entradas de 40 a 210.
Tardó lo suyo la Orquesta de la Ópera nacional de París en calentar motores en el Andante comodo inicial, ofreciendo un sonido áspero en las cuerdas y poco acierto en las maderas, con altibajos y episodios renqueantes bajo la grandilocuente gestualidad del director venezolano. Sinceramente, la OBC ha mostrado más calidad en este repertorio en muchas ocasiones. Hay que lamentar además el exceso de toses, cuchicheos y demás ruidos por una parte del público, incluidos aplausos al término de cada movimiento.
Con cámaras en acción en el escenario —el Liceu estrenaba su nueva temporada por streaming— y Dudamel en permanente movimiento, la orquesta fue ganando equilibrio en el segundo movimiento, aunque el abuso de decibelios en los forte fue la tónica de una lectura poco honda en lo expresivo, pero con momentos de gran fuerza. Tras un Rondo-Burleske muy teatralizado y de poderosos contrastes, el listón de calidad subió muchos enteros en el sublime e inmenso Adagio final, dirigido con vehemencia por Dudamel. Lástima que en su maravilloso final, las toses arruinaran los instantes de magia sonora que el director venezolano matizaba con emoción contenida.
La cara de Dudamel, visiblemente molesto ante el exceso de interferencias, era un poema, pero la avalancha de aplausos y bravos fue tan potente que la fiesta acabó en un clima triunfal, quizá excesivamente triunfal para lo que no pasó de ser un buen concierto, fruto, por cierto, del acuerdo de hermanamiento entre los dos teatros, que tendrá como correspondencia la presentación el 10 de junio de 2023 en La Bastille de la Sinfónica del Gran Teatre del Liceu y Josep Pons con una versión de El castillo de Barbazul de Bártok, que contará con Bryn Terfel e Iréne Theorin como solistas.
Xavier Parera
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