BARCELONA / Debut de Dmytro Choni en el Palau con un sentido recuerdo a Ucrania

Barcelona. Palau de la Música Catalana. 2-VIII-2022. Dmytro Choni, piano. Obras de Debussy, Brahms, Scriabin, Silvestrov y Ginastera.
Feliz debut en el Palau del pianista ucraniano Dmytro Choni, presentando un programa ecléctico en el que virtuosismo y exquisita musicalidad (virtudes que ya le fueron reconocidas cuando saltó a la fama en 2018 al proclamarse ganador del Concurso Paloma O’Shea) volvieron a darse la mano para encumbrar la música de Debussy, Brahms, Scriabin y Ginastera. El recital, que llenó el aforo de prácticamente todo el patio de butacas de platea y parte del anfiteatro, también incluyó las Tres bagatelas op. 1 de Valentin Silvestrov el más afamado de los compositores ucranianos, cuyo sentido lírico, sereno y neorromántico supuso un emotivo recuerdo a su país.
Una onírica evocación del atardecer quedó reflejada en Et la lune descend sur le temple qui fut —bellísimamente recogida en la lectura que nos planteó Choni — y una interpretación fastuosa, cargada de vehemencia y apasionamiento de L’ Isle joyeuse sirvió para descubrir a un pianista sutil, capaz de recrear efectos multicolores bajo una técnica impecable y una sensibilidad expresiva que profundizó en el Debussy más esencial, sin desmesuras, sin alambicamientos.
Luego entró en las Rapsodias op. 79 de Brahms, en las que ahondó por igual en las sonoridades de plenitud sinfónica y en aquellas que destilan una poética de íntima sutileza. Choni es sin duda un pianista cuya amplitud de recursos parece no tener límite: comprendió a Debussy con una visión esencial, se adentró en Brahms de una manera nada desbocada y luego nos regaló —quizás lo más destacado del programa— una prodigiosa lectura de la breve y complejísima Sonata nº 4 de Scriabin, cuya ambigüedad tonal plasmó a las mil maravillas el contenido del poema que acompaña la obra. Sonidos envolventes, amplísimo espectro de gama de colores —tan indispensables para el piano de Scriabin—, brillante fastuosidad para encumbrarse a una lectura resplandeciente y repleta de apasionamiento. Lectura colosal.
De Choni ya era conocida su versión de la Sonata de Ginastera que grabó dos años atrás con Naxos y que ahora relevó aquí de nuevo al pianista que no se amilana ni ante la exigencia rítmica y de tempo del Ruvido ed ostinato final ni en la recreación de los pasajes más introspectivos.
Bravos y más bravos para un pianista que no quiso despedirse sin ofrecer una obra que en más de una ocasión ha coronado su paso por los escenarios: la Soirée de Vienne de Strauss/Grünfeld, una pieza en la que el virtuosismo y la popularidad de los temas arrancaron más de una sonrisa entre la nutrida representación de ucranianos que asistieron al concierto.
Lluís Trullén