BARCELONA / Cuatro artistas entregados al ‘Cuarteto para el fin del Tiempo’
Barcelona. Palau de la Música. 30-XI-2022. Isabelle Faust, violín; Jean-Guihen Queyras, violonchelo; Jörg Widmann, clarinete, y Pierre-Laurent Aimard, piano. Obras de Berg, Ravel, Widmann, Carter y Messiaen
Cuatro estrellas se unieron en el Palau de la Música para conmover al público con una intensa interpretación del Cuarteto para el fin del Tiempo de Olivier Messiaen. Artistas rutilantes como Faust, Queyras, Widmann y Aimard elevaron hacia lo más alto un programa sumamente complejo, integrado por obras de Berg, Ravel, Carter y del propio Widmann, y coronado con el mencionado de Messiaen, célebre composición escrita durante su internamiento to en el invierno de 1940-41 en el campo de prisioneros de guerra en Görlitz, y estrenada allí en condiciones precarias.
Tres de las obras de la primera parte rindieron tributo a la música de cámara del siglo XX, empezando por las Cuatro piezas para clarinete y piano op. 5 de Berg, con un Widmann colosal en el sonido y un Aimard que ejerció de sustento armónico de extrema precisión. Faust y Queyras dialogaron con sugerentes sonidos en la compleja Sonata para violín y violonchelo de Ravel, para que posteriormente Widmann, en solitario, sedujera con sonidos oníricos y con un gran despliegue de virtuosismo en su Fantasía para clarinete, compuesta en 1993. Precisión extrema la lograda por Faust, Queyras y Aimard en los Epigramas para a violín, violonchelo y piano de Carter, postrera obra del compositor americano, concluida en 2012, con 103 años (estrenada póstumamente en 2013, con participación del propio Aimard). Los doce breves Epigramas, tan complejos en sonoridad, brotaron con perfecta conjunción rítmica, de dinámicas y de precisión en los ataques. Música sin concesiones, transmitida con suprema perfección y precisión.
Desde la inicial Liturgia de cristal se creó una atmósfera íntima y reflexiva que perduró a lo largo de los ocho movimientos del Cuarteto para el fin del Tiempo. Silencio absoluto en el Palau para escuchar esta música, inspirada en el pasaje bíblico del Apocalipsis: Vi a un ángel poderoso descender del cielo, vestido de niebla... Desde el despertar de los pájaros reflejado en la Liturgia de cristal, al poder del ángel que anuncia el fin de los tiempos en Vocalice, la versión alcanzó un halo de continua transcendencia.
Un sensacional Widmann en el conmovedor Abismo de los pájaros y la sobria lentitud, la expresividad y la dilatación de los tempi que Queyras y Faust, acompañados por Aimard, mostraron, respectivamente, en la Alabanza a la eternidad de Jesús y en la Alabanza a la inmortalidad de Jesús conmovieron en una versión de la que emanaba un mensaje de esperanza hacia la eternidad.
Finalizó la obra y hubo más de un minuto de respetuoso silencio, un auténtico remanso de paz, hasta que una sublime Faust decidió bajar su archetto y arrancar los aplausos del público. Música mayúscula para una soberbia interpretación.
Lluís Trullén