BARCELONA / Cuarteto Quiroga, excelente flexibilidad interpretativa
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 17-IV-2024. Cuarteto Quiroga. Obras de Haydn, Beethoven, Bartók y Raquel García Tomás.
El Cuarteto Quiroga ha elegido para celebrar su vigésimo aniversario la emblemática sala de conciertos del Palau de la Música Catalana. Y ha elegido, además, un exigente programa: cuatro cuartetos cuyos autores van desde el “inventor” del género, Haydn, la compositora Raquel García-Tomás (n. 1984), pasando por sendos cuartetos de Beethoven y Bartók.
Las diferencias de momento histórico, de lenguaje musical, de estilo de las obras escuchadas exigían una flexibilidad casi pasmosa para dar buena cuenta de cada una. Y el Quiroga –en el que Carol Petitdemange sustituía al segundo violín de la formación, Cibrán Sierra, ausente por razones personales– fue intérprete adecuado de ellas, profundizando en cada una con unos resultados estéticos, si profundamente diversos, sin embargo con el denominador común de una interpretación exigente. “De las cosas diferentes, la más bella armonía” decía el filósofo de Éfeso. Y, salvo en el caso de los dos compositores de la Primera Escuela de Viena, cuyas diferencias no los alejan tanto entre sí, entre Beethoven, cuyos cuartetos son hito insoslayable para todos los posteriores, y Bartók, y entre la obra de este y la de García-Tomás, las diferencias, abordadas desde la unidad de rigor en la interpretación, proporcionaron una unidad en la satisfacción de la escucha.
Un cambio en la disposición que tenían las obras en el programa de mano –denominación, por cierto, que es más que generosa para con la mínima hojita que dan en el Palau; aquí se podría abrir un concurso: todavía menor es la hojita del Liceu, e inexistente la de la OBC– un cambio, pues, colocó en la primera parte del concierto el Cuarteto par cuerdas en re mayor, op. 42 Hob: III, seguido, en contraposición audaz, por el estreno absoluto de à plein , de la compositora Raquel García-Tomás, obra encargo del Palau y del propio Cuarteto Quiroga. El cuarteto haydniano es, en su brevedad (apenas 15 minutos), un modelo de concisión cargada de energía, que los del Quiroga pusieron de relieve en su límpida interpretación, de la que cumple destacar la del magnífico tercer tiempo, Adagio e cantabile , donde los músicos imprimieron un cierto carácter de himno a la amplia y serena melodía, muy mozartiana, por así decir.
Precisamente concisión y energía, pero muy alejadas de las que apreciamos en Haydn y desplegadas con una intensidad a veces agresiva, caracterizan la obra de García-Tomás, quien eligiendo la forma cuarteto da testimonio de su vitalidad y su capacidad para ser vehículo de las estéticas más distantes. Se trata de una pieza larga y densa que despliega una sonoridad plena, presagiada por el título mismo de la obra, à plein. En su desarrollo se suceden masas sonoras, monolíticas, a veces repetitivas, con recurrencia quizá excesiva a efecto tales como el trémolo, el glissando, el arco sul ponticello. La obra, en efecto, parece escrita para estos intérpretes, cuya energía, precisión en el ataque, concertación en los frecuentes y densos tutti no solo la servían perfectamente sino que eran una muestra de algo que personaliza una interpretación, la consecución de un sonido propio.
En la segunda parte del concierto, según la redistribución de que hablábamos se sucedieron dos muestras más de la comentada versatilidad de la forma cuarteto: Beethoven, primero, con el Cuarteto para cuerdas op. 18 nº 1 y, llevando sobre sus espaldas el peso de Beethoven, Bartók, con el Cuarteto para cuerdas nº 3, Sz. 85. El Cuarteto en fa mayor de Beethoven, el primero de la serie de los seis cuartetos “Lonkowitz” que constituyen el opus 18, es el más brillante de todos ellos. De nuevo energía y afirmación impregnaron la versión del Quiroga, desde su manera tocar el tema de apertura, dos compases tocados al unísono por los cuatro intérpretes, hasta la coda de la obra con un fugato rápido y agitado.
El Tercer cuarteto de Bartok presenta la singularidad de adoptar la forma de dos partes. Pero de una forma ciertamente compleja: la división en Prima parte (Moderato) y Seconda parte (Allegro) está completada por una recapitulación condensada de la primera parte y una coda que consiste así mismo en una recapitulación de la segunda. La robustez formal que resulta de ese tratamiento y la concepción tonal de la obra otra vez parecían escritas para las grandes posibilidades del Cuarteto Quiroga, que se entregaron en una interpretación muy contrastada, a veces medidamente abrupta, con una brillante resolución de trinos, trémolos, glissandos, pasajes en strettas sucesivas, y una clara concepción total de la obra.
José Luis Vidal