Badura-Skoda, experto, infatigable y vitalista
Acabo de conocer el fallecimiento del pianista austríaco Paul Badura-Skoda, a pocos días de cumplir los 92 años. Nacido en Viena, estudió con Edwin Fischer y cultivó con intensa devoción, además de su carrera como pianista, la faceta de investigador, musicólogo, editor y apasionado coleccionista de fortepianos de época. Quien esto firma tuvo la oportunidad, hace muchos años, de conocerle personalmente y entrevistarle para Scherzo, mientras se encontraba en Madrid interpretando el ciclo íntegro de Sonatas de Mozart al fortepiano. Muchos recordarán que el intrépido vienés afrontó el ciclo… de memoria, pero un lapso de la misma le obligó a interrumpir el concierto y entrar a por la partitura. El típico bloqueo. Pero luego siguió como si tal cosa.
Recuerdo muy bien su alegría y sentido del humor. Explicaba las limitaciones que supondría tocar la música posterior en aquel fortepiano (creo que era una copia de Walter o de Stein) y ejecutaba para ello los acordes iniciales del primer Concierto de Chaikovski, despertando las risas del respetable. Le recuerdo contando anécdotas tronchantes en la comida que compartimos con él Antonio Moral y yo mismo, como una vez que se asombró durante un recital en Río de Janeiro porque el público empezó a abandonar la sala. Se preguntó ¿tan mal estoy tocando? Y luego nos confesó que estaba produciéndose un terremoto y él estaba tan enfrascado que no se había percatado del seísmo.
El vienés era una persona abierta, divertida, gran conversador y experto conocedor de muchos compositores, pero sobre todo de Mozart, Beethoven, Haydn y Schubert. Como buen discípulo de Fischer, se preocupaba más por el fraseo expresivo, bien construido, servido por un sonido cuidado que por la perfección mecánica, que nunca fue su fuerte ni su prioridad. Era eso que conocemos como un músico de sólido criterio, siempre elegante y expresivo. Jamás aburrido ni caprichoso. Pero fue además un valioso y expertísimo editor musical. Guardo como oro en paño una edición suya de la Fantasía Wanderer de Schubert, pero entre su labor editorial hay que recordar, entre otras, las dedicadas al Emperador de Beethoven, los Conciertos de Brahms, Estudios, Impromptus y Preludios de Chopin, Conciertos de Mozart, Impromptus, Momentos musicales y Sonatas de Schubert.
La lista de libros y artículos sobre diversos autores y la interpretación de su música es demasiado larga para siquiera acercarse a ella aquí, pero los interesados pueden encontrarla en su web (http://www.badura-skoda.cc/en/bibliography.html).
El vienés fue siempre un curioso infatigable, uno de esos buscadores que nunca se cansa de estudiar y profundizar, de explorar nuevas facetas. Pocos saben que, además, cultivó, aunque poco, la composición, y dejó un par de obras para piano y violín y piano, así como una Misa para coro y órgano. Entró también en la música de Bach, y lo hizo desde el clave (un Kirkman londinense de 1787, grabación de Astreé Auvidis) y desde el piano, y escribió también sobre la aproximación interpretativa a la música del Cantor. Compuso también cadencias para conciertos de Mozart y Haydn. De hecho, según hemos podido saber, se encontraba estos días escribiendo una nueva cadencia para el Concierto en re mayor de Haydn.
Frecuente compañero de otro gran austríaco Jörg Demus, que falleció también en abril de este mismo año, Badura-Skoda dejó algunas grabaciones preciosas para dúo de pianistas. Su querido Schubert y la nostálgica Fantasía D. 940 adquieren hoy un significado especial, y este fragmento que puede hallarse en Youtube es un bonito testimonio de estos dos grandes músicos y compañeros:
La discografía de Badura-Skoda, con más de dos centenares de registros, es más que considerable. Mucho a destacar, pero sus ciclos de Beethoven, Haydn, Mozart y Schubert en instrumentos de época (muchos de su propiedad) para Astrée constituyen probablemente lo mejor de su testamento discográfico.
Para mí, la luz y humor con que se acercaba a Haydn, muy cercana a su personalidad optimista y vital, eran muy especiales. Creo que ambas son evidentes en el primer movimiento de la Sonata Hob. XVI:52, en un precioso fortepiano de Schantz (1790):
Descanse en paz quien fue sin duda uno de los grandes representantes del piano vienés del siglo XX.
Rafael Ortega Basagoiti