BADAJOZ / Álvaro Albiach, de verdad

Badajoz. Palacio de Congresos. 8-X-2020. R. Strauss, El burgués gentilhombre. Metamorfosis. Orquesta de Extremadura. Director: Álvaro Albiach.
Hay músicas que no admiten medias tintas. Músicas a las que únicamente se las puede abordar por derecho, con la verdad por delante y el corazón en el puño de la razón. Es el caso de Metamorfosis, el “estudio para 23 instrumentistas solistas de cuerda” que compone Richard Strauss desolado ante la contemplación de la barbarie de la destrucción de la Ópera de Múnich, bombardeada por salvajes de da igual qué bando (Fuerzas Armadas Británicas en este caso) la madrugada del 3 de octubre de 1943. 958 toneladas de bombas analfabetas arrasaron con la ópera y todo lo que alrededor había. “La mayor tragedia de mi vida, estoy aniquilado”, exclamó el anciano muniqués Strauss ante los escombros. Del dolor, la rabia, la desolación y la infinita pesadumbre, nace Metamorfosis, culminación y síntesis del arte straussiano. Quizá también de una época. Ya nada será igual… ¡Cuatro últimos lieder (1948)!
Afrontar la interpretación de Metamorfosis es un reto superlativo. Técnico, expresivo y anímico. Sus desnudas, casi descarnadas exigencias técnicas son tan mayúsculas como las expresivas, que requieren, además, identificación incondicional. Álvaro Albiach, cuya maestría va bastante más allá de la solvencia y el aplauso, no ha querido marcharse de ‘su’ Orquesta de Extremadura sin programar en su última temporada como titular esta cúspide de la creación humana. Y lo ha hecho, de la única manera posible: con músicos “solistas” involucrados y capaces, con los que ha trabajado desde su evidente solvencia en el podio. Profesores de orquesta sensibles que con el apoyo y guía de las manos precisas de Albiach clarificaron las mil texturas y sonoridades que discurren y transcurren en el polifónico canto fúnebre. El dolor encontró su tempo, respiración y claridad. También brotaron con transparencia los destellos de luz, quizá remembranza fugaz, que también habitan la obra de arte.
Albiach no se regodeó en lentitudes excelsas. Su visión no fue mórbida ni pretende subir a los cielos. Es terrenal, descarnadamente terrenal. Cercana y directa. Más que una meditación o reflexión, son sensaciones a flor de piel. En este sentido, su interpretación surge más del corazón herido que de la reflexión derivada de la tragedia. Fue una versión de notable empaque instrumental —¡bravo sin reserva a los 23 verdaderos solistas de la Orquesta de Extremadura!— y elevado voltaje emocional, con su referencia latente, intuida primero y luego, al final, revelada literalmente, de la marcha fúnebre de la Eroica de Beethoven, llorada más que cantada por los tres violonchelos y tres contrabajos. Al final, el silencio. Como en la Novena de Mahler o el ‘hermano’ Octavo cuarteto de Shostakovich. El maravilloso mutismo del público pacense fue tan excepcional y contagioso como lo que acababa de ocurrir sobre el escenario del Palacio de Congresos de Badajoz. Inolvidable.
Antes, como desenfadado preámbulo, la deliciosa y maravillosamente instrumentada suite orquestal El burgués gentilhombre, que Strauss culmina en 1912 con destino a la comedia homónima de Molière. Música nacida muy cerca de Ariadne auf Naxos, y cuyos nueve episodios delatan el talento de un Strauss siempre cargado de recursos, imaginación y talento. También de sentido del humor. Fue una versión ligera, pulida, desenfadada y enseñoreada en su lozana y singular calidad instrumental. Habría que destacar —como en Metamorfosis—, a todos y cada uno de sus artífices, desde el trompeta y trombón solistas, a las trompas, piano, oboe, violonchelo solista, concertino, percusión y todos los demás, con Álvaro Albiach a la cabeza, quien con este comprometido monográfico firma una de sus mejores noches como director de la orquesta de la que es titular desde 2012.
Justo Romero