Asombros granadinos: Patricia Guerrero y Lina Tur Bonet
Si esto fuera un diario íntimo, escribiría (intimidades delicadas aparte): “Paso cuatro días en Granada. Desde el segundo, acudo a espectáculos. Los dos últimos serán el cierre del festival, con Maria João Pires, la London Symphony y Gardiner, nada menos”. Es decir, me las prometo felices con esos dos conciertos de clausura y tengo buenas expectativas con los otros. Uno, Deliranza, coreografía y protagonismo de Patricia Guerrero. Otro, los dos conciertos de Lina Tur Bonet a partir de las llamadas Sonatas del Rosario (se les puso ese título a falta de uno en origen). “Ya veremos”.
Pues bien, después de esos cinco días uno regresa satisfecho en lo artístico, pese al calor abrumador que, sin embargo, se modera bastante en las altas horas de los conciertos del Palacio de Carlos V y del Teatro del Generalife. Como es bien sabido. Pero al regresar tan satisfecho uno advierte el sentido auténtico de lo que ha visto y oído. No el significado en su totalidad, sino eso, su sentido. Y seguiría el diario: “En una palabra, lo de Pires y Gardiner era de prever, y no defraudó. Lo de Patricia Guerrero y Lina Tur Bonet son fenómenos de auténtico descubrimiento. Lo ambicioso del espectáculo de Patricia Guerrero (Premio Nacional de Danza, ya, tan joven: Granada, 1990) es que se trata de auténtica vanguardia, algo más que fusión de inspiraciones, estilos, procedencias. Lo mío no escribir sobre danza, pero Deliranza me inspira sensaciones, ideas, y me hace partícipe de esos delirios (el sueño, el ensueño: morir, dormir, tal vez soñar) aunque me resulte difícil encarar la agilidad del zapateado y la vivacidad de las sombras. Al menos, logro acompasar esa secuencia de notas a contratiempo, y de pronto comprendo la verdad de esa danza, del zapateado. Porque el flamenco, o el baile gitano, son la presencia y la esencia de este espectáculo. Su transcurso es una migración que toma prestados elementos de otras disciplinas de danza, entre ellas, claro está, eso que se llama danza contemporánea, y que surgió para oponerse al ballet clásico. Según malas lenguas, fue porque la danza contemporánea es más accesible que el ballet clásico; según lenguas peores, porque el ballet clásico es el pasado. Ay, y yo qué sé. Sé lo que vi, y lo que vi es un recorrido artístico que roba y pide prestado para conseguir algo nuevo, muy bello, y que muestra tal vez posibilidades inéditas. ¿Eso no quiere decir vanguardia…? Sí, ese ir por delante en medio de la batalla. Un término militar que no me gusta, y que a menudo ha servido para excluir a los que, supuestamente, son retardatarios. Pero Deliranza es vanguardia. Porque va por delante, más que nada”.
El zapateado se me presenta como la unión o reunión de dos bellezas, o dos elegancias. Un cuerpo bello que se convierte en instrumento de percusión. Un cuerpo de baile convertido en orquesta de percusión. Una percusión con métrica, con notas breves, acaso porque el pie no admite blancas, sino valores mínimos. Y, además, a contratiempo, como hemos dicho: fuera de compás, o compartiendo cada parte de la frase o la secuencia un compás con otra frase, que es tanto como decir síncopas. Pero en la percusión flamenca el a contratiempo es una propiedad, un carácter: como en las palmas a contratiempo.
Esto no es una reseña crítica. Si lo fuera, me extendería sobre las imágenes y enigmas que propone la coreografía, hora y media que se pasa en un suspiro (digamos), por los palos del flamenco que visita y estiliza, por la fantasía de los figurines… Pero no, esto es solo el apunte de alguien que quedó asombrado ante un espectáculo de danza, protagonizado por Patricia Guerrero, con un equipo que consiste en un cuerpo de baile y unos cuantos músicos, incluidas voces flamencas. Doy detalle más abajo. Y como no es crítica, acaso sea opinión. Pero tampoco… Para mí, que esto que ahora escribo es un intento de que el olvido no me traicione y deje en un rincón del baúl de las confusiones esta experiencia tan bella. Se trata de dejar constancia de un asombro: esperaba bastante, pero no tanto, tantísimo.
Rafael Ortega ha escrito para esta página dos reseñas amplias y excelentes sobre los conciertos de Lina Tur Bonet en el Convento de San Jerónimo y de la London Symphony en el Palacio de Carlos V. Si es justa su apreciación de Pires y los británicos, lo que cuenta de Musica Alchemica (MUSIca ALcheMIca, en rigor) y de Lina Tur Bonet enfrentándose durante dos días a las Sonatas del Rosario de Biber es una clase magistral. Léanlo en esta página, hace cuatro días.
Porque los dos conciertos de San Jerónimo contienen algo revelador. Tan revelador que (seguiría el diario) “la construcción, reconstrucción y gran interpretación por Lina Tur Bonet y Musica Alchemica me han supuesto una de esas epifanías que solo algún fenómeno artístico te procura. Esperaba bastante, pero esto es algo así como el descubrimiento de una gran isla desconocida en medio del océano, la isla de un tesoro”. Y, más adelante, ya con menos carga íntima: “No es la primera vez que se interpretan estas sonatas en nuestro país, pero cada vez es distinto. Y la riqueza de la reconstrucción de esta amplia secuencia de obras es trabajo de Lina Tur Bonet, que ha ‘orquestado’, por decirlo así, que ha creado el continuo, el acompañamiento a lo que de veras se conserva, la línea del violín…”.
El diario podría seguir, pero es mejor que uno concluya ya de una vez la crónica de sus asombros. Que se resumen en: lo de Pires lo esperaba, bendita seas Maria Joao; lo de Patricia y lo de Lina van mucho más lejos.
LAVS DEO.
Santiago Martín Bermúdez
(Fotos: Fermin Rodriguez)
Deliranza
Dirección, coreografía y baile principal: Patricia Guerrero. Dramaturgia y dirección escénica: Juan Dolores Caballero. Baile: Martí Corbera, Maise Márquez, Gloria del Rosario, Ana Pérez, Hugo Sánchez, Ángel S. Fariña, Fernando Jiménez. Guitarra: Dani de Morón. Voces: Sergio “El Colorao”, Amparo Lagares. Percusión: Agustín Diassera. Teclados: Óscar Álvarez. LXXI Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Teatro del Generalife, 8 de julio de 2022.
Biber: Sonatas del Rosario
MUSIca ALcheMIca. Andrew Ackerman, violone; Sara Águeda, arpa; Jadran Duncumb, tiorba; Javier Núñez, clave; Daniel Oyarzabal, órgano. Dirección y violín: Lina Tur Bonet. LXXI Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Monasterio de San Jerónimo, 9 y 10 de julio de 2022.