ARANJUEZ / La profundidad de Bach en las sabias manos de Kenneth Weiss
Aranjuez. Capilla del Palacio Real. 19-XI-2023. XXX Edición Música Antigua Aranjuez. Kenneth Weiss, clave. Bach: El arte de la Fuga, BWV 1080.
El Festival de Música Antigua de Aranjuez ha cerrado brillantemente su trigésima edición—con la significación y el mérito, digno del mayor elogio, que supone su longevidad y excelencia— con el clavecinista norteamericano Kenneth Weiss, que interpretó una de las mayores obras maestras de Bach, Die Kunst der Fuge, BWV 1080. Con esta obra, Bach trascendió a cualquier idea de encargo musical para, desde el amor por la música en sí misma, hacer un compendio de lo que había significado el contrapunto a lo largo de los siglos y llevarlo al límite, con su maestría única, para crear este auténtico monumento musical a partir de un breve tema único. Según avanza la obra, cada fuga aumenta en grado de complejidad a través de todas las posibilidades del arte del contrapunto.
Precisamente, quien esto escribe tuvo el placer de reseñar en el número de mayo de 2022 de SCHERZO la excelente grabación de esta obra que nos brindó Kenneth Weiss para el sello Paraty en el magnífico clave original de Pascal Taskin de Lisboa, con un gran despliegue técnico, maestría en el sentido de los tiempos y una dimensión de gran musicalidad en su lectura.
Para abordar el concierto Weiss contó con un estupendo instrumento flamenco construido por Rafael Marijuán en 2011, copia del famoso clave de 1616 de Joannes Ruckers conservado en Amberes, que tiene dos teclados GG-e3, dos registros de 8 pies y uno de 4 pies, más laúd. Si en el disco Weiss abordó con un sentido musical más libre las 14 fugas y los 4 cánones que componen este obra, con una interpretación algo ornamentada y colorida pero siempre equilibrada con rigor, en el concierto abordó todos los contrapuntos iniciales con una lectura más estricta y severa, que interpretó con una gran virtuosidad, alarde técnico en la agilidad de sus manos, con tiempos bastante rápidos y, casi siempre, con los dos teclados del clave acoplados. Un sonido potente e intenso con una atención concentrada que dejaba poco espacio a cualquier respiro. Debido a esa velocidad elevada de los tempi, la acústica de la Capilla del Palacio, de cierta complejidad, no dejaba siempre distinguir convenientemente las voces en esas primeras fugas. Kenneth Weiss, no obstante, marcó ciertos criterios diferenciadores con los tiempos, especialmente en la forma en que abordó los contrapuntos a partir de las fugas más complejas, digamos a partir del Contrapunto VIII, donde buscó un mayor sentido polifónico de claridad en las voces y en la sonoridad del clave, por lo que su interpretación fue siendo progresivamente cada vez más sutil en los fraseos, el equilibrio de las voces y especialmente en la sensibilidad en la lectura del contrapunto.
Los momentos más especiales, con un lirismo donde Weiss usó los teclados por separado, se dieron en la interpretación de algunos de los cánones, donde mostró una visión más delicada y colorista frente a la severidad y vertiginosidad de los primeros contrapuntos, especial mención merecen la interpretación del Canon alla decima o el Canon alla ottava, con grandes matices en los fraseos y una visión intimista y delicada que hizo un uso sobresaliente del color de los registros del excelente instrumento.
Tras unos brillantes Contrapuntos X, XI y XII y XIII, mucho más orquestales, Weiss abordó con especial solemnidad el Contrapunto XIV donde desgranó con gran sensibilidad y una dimensión natural y profunda esa triple fuga ( o cuádruple inconclusa), con una sobresaliente introducción sucesiva de los tres temas en las voces polifónicas en el teclado donde Weiss nos condujo de manera hipnótica. Dedicó una especial atención al simbolismo del tercer tema, que introduce la fuga con el nombre B-A-C-H (Si bemol, La, Do y Si natural) y señaló con gran afección corporal el momento de ruptura de la obra inacabada y el silencio final, que a más de uno sorprendió pensando que algo le había pasado a nuestro clavecinista.
Weiss nos volvió a demostrar su excelencia técnica en la lectura de esta obra fundamental, una interpretación que reunió el rigor musical de quien fue alumno de Leonhardt con su gran facilidad para dotar de expresividad musical y color a esta obra de belleza abstracta y espiritual. El público del festival lo recibió con entusiasmo, a pesar de ser una obra de cierta dificultad y poco habitual en las programaciones. Otro mérito de Javier Estrella, director del festival, al que hay que felicitar por su gran labor.
Manuel de Lara
(foto: Chele Ortiz)