Angela Hewitt: “Todo en Bach tiene sentido, pero las ‘Goldberg’ especialmente”
Angela Hewitt (Ottawa, Canadá, 1958) es una de las intérpretes más destacadas de la obra de Johann Sebastian Bach a nivel internacional. Su carrera, que comenzó en 1985, cuando ganó la Toronto International Bach Piano Competition, dedicada a la memoria de Glenn Gould, le ha granjeado la Medalla Bach de la Ciudad de Leipzig —ha sido la primera mujer en conseguir tal distinción en sus diecisiete años de historia— por una vida dedicada al gigante alemán, cuyas grandes obras para teclado ha grabado para Hyperion Records. Las Variaciones Eroica son la pieza central de su nuevo álbum para esta discográfica, Beethoven: Variations (2020), el último grabado con su preciado Fazioli, destrozado por accidente al moverlo tras esta última grabación. Si la situación sanitaria no lo impide, la reputada pianista tocará las Variaciones Goldberg el próximo 10 de noviembre en el Auditorio Nacional de Música, dentro del ciclo Grandes Intérpretes que organiza la Fundación Scherzo.
¿Cómo está la situación sanitaria en Canadá?
Terrible. No he podido cruzar más allá de la puerta desde hace doce días, y todavía me quedan dos de confinamiento. No es bueno para uno estar encerrado todo el tiempo, ni anímica ni físicamente. He estado tocando para mantenerme ocupada, pero muero por salir a la calle.
¿Y con respecto a los conciertos?
Aquí en Ontario, donde iba a tocar dos conciertos este mes, acaban de prohibir la asistencia de público, así que no puede haber nadie en la sala. Todavía no sé si se grabarán; imagino que sí, eso espero.
El pasado junio le otorgaron la Medalla Bach de la Ciudad de Leipzig por dedicar su carrera musical al compositor. ¿Ha salido reforzada de esa experiencia, como Ulises?
¡Por supuesto! [ríe]. Haber memorizado toda la obra de Bach te cambia. Ojalá me hubieran medido el cerebro antes y después, habría sido un experimento interesante. Es cierto que te cambia, te ayuda a desarrollar tu técnica, también en un sentido musical, porque con Bach no puedes separar técnica y música. Él hace que desarrolles tu inteligencia musical, por no hablar ya de la disciplina, el aguante, la memoria, la apreciación de lo bello y lo espiritual… Supone un gran enriquecimiento en su totalidad.
Hay otro pianista canadiense, Glenn Gould, al que debemos una interpretación muy particular de Bach. ¿Es su sombra alargada?
De pequeña lo veía en la tele, y tenía los vinilos con las Invenciones de Bach. Pero, ya con seis o siete años, me di cuenta de que era su forma peculiar de tocar y de que no sonaría bien si yo le imitara. Había cosas admirables en él —la claridad, el ritmo—, pero no era como yo quería tocar. Mi padre, que era organista, mi madre y mis profesores tuvieron una influencia mucho mayor en mi forma de tocar. No me ha afectado su sombra porque nuestro acercamiento ha sido diferente, y yo tenía suficiente inspiración más allá de Gould. Crecí tocando Bach al piano, sin complejos.
En sus palabras, “hay mucho drama por delante” como para darlo todo en la séptima o en la octava variación. ¿Tocar requiere un ejercicio de contención?
Por supuesto. Si lo das todo demasiado pronto, no tienes a dónde ir. Necesitas una visión general, una estructura. En las Goldberg, las primeras doce variaciones son muy pragmáticas; la nº 13 es esa estupenda aria para soprano que nos eleva a otra dimensión. La nº 15 es la primera en modo menor y el final de la primera parte, y así. Si te agotas en las primeras ocho, no vas a tener a dónde ir. Es muy importante reservarse para lo más fuerte, ya sea por volumen o porque es muy intenso a nivel emocional.
¿Y cuándo decide “esto está listo para grabar”?
Me aseguro de ir preparada al estudio, pero los días de la grabación cambio mucho, porque escucho mucho. Puedo tocar una partita de Bach, la escucho, la discuto con el productor, me voy y practico fuera. Puedo llegar a grabarla dos o tres veces, pero entre la primera y la última hay una gran diferencia, porque la he escuchado, sé lo que quiero y reacciono rápido. Es un proceso difícil. Procuro no tocar la obra demasiadas veces, y escuchar con atención.
Para su último disco, dedicado a Beethoven, ha grabado noventa variaciones. ¿Alguna favorita?
Las Variaciones Eroica. Las he tocado mucho, y me encanta el elemento de danza del tema, y el humor. Es una cualidad que no siempre se saca a la luz, la gente está demasiado ocupada tocando las notas. También las Variaciones en Do menor Wo080 son muy dramáticas, y las Variaciones en Fa mayor op. 34, que toqué cuando tenía quince años, por lo que siento debilidad por ellas… Pero si tuviera que escoger solo unas, serían las Variaciones Eroica por su gran inventiva y dominio de la forma.
En el disco también incluye las variaciones de God save the King Wo078. ¿En piezas como esta surge la conexión, a menudo escondida, entre música y política?
Hace unas semanas toqué para una película en el Festival de Edimburgo, y me pidieron una propina. Pensé en tocar estas variaciones, pero no me dejaron porque era Escocia, no querían una pieza que ensalzase a la monarquía británica. Me pareció ridículo, pero así está el mundo. En Gran Bretaña se montó un gran revuelo en torno a Rule Britannia porque sectores extremistas quería erradicar esta pieza de los Proms. No es el momento de tocar esta pieza, ya que glorifica la trata de esclavos. Así que, cuando salió el disco, estaba un poco preocupada de que se me echaran encima por haberla incluido en el programa, por mucho que únicamente la toque como una pieza compuesta por Beethoven, con gran sentido del humor, además de muy bien escrita. Me parece curioso que Beethoven la conociese.
El próximio mes tocará en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid. ¿Qué recomendaría para disfrutar en su plenitud de las Goldberg?
Los últimos cuatro años he tocado toda la música de Bach, y ha sido una gran oportunidad para ver su obra como un todo. Las Goldberg sobresalen como una pieza de performance. No sabemos si Bach realmente escribió esta obra para el joven clavecinista Goldberg, pero estoy segura de que la escribió para ser tocada por un virtuoso. Además, tiene sentido por sí misma, de principio a fin. Todo en Bach lo tiene, pero las Goldberg especialmente. Es una experiencia espiritual, no creo que nadie salga de la sala de conciertos sintiéndose igual después de escucharla. Es una obra que te inspira, te lleva a otro lugar. O eso espero.
Camila Fernández