Andrey Gugnin, un nuevo virtuoso para Scriabin
ALEXANDER SCRIABIN:
Mazurkas / Andrey Gugnin, piano / Hyperion
Ningún pianista ha hecho carrera con Scriabin. El compositor ruso es demasiado singular, demasiado outsider como para atraer a un público mayoritario. Vladimir Horowitz, quien a sus diez añitos tocó para el propio compositor, fue uno de sus pocos devotos, e hizo delsu Estudio en Re sostenido menor su tarjeta de visita en el Carnegie Hall.
Razón de más para aplaudir al joven virtuoso ruso Andrey Gugnin por dedicar un álbum entero a las mazurkas, un plato nacional polaco que demuestra el apego de Scriabin a Chopin. La temprana serie que conforma la opus 3 no es excesivamente atractiva y sí demasiado repetitiva, y algo parecido puede decirse de las que integran el opus 25, escritas en su periodo medio. Sin embargo, el opus 40 nos lleva al corazón de Scriabin y al borde mismo de la tonalidad. Scriabin no sólo fuerza al máximo el sistema tonal, sino también los tempi, quebrando una y otra vez el flujo de la línea melódica y manteniendo al intérprete al acecho de cambios repentinos e imprevisibles desvíos.
Gugnin maneja estos caprichos con una estudiada despreocupación y un sentido poco común para la belleza fugaz. Nos recuerda que Scriabin, aunque marginal en el circuito moderno de recitales, representa el corazón vivo del pianismo ruso, un patriarca cuya influencia se extiende a través del maestro moscovita Heinrich Neuhaus, a través de sus alumnos Richter y Gilels, y más allá para definir un enfoque ruso distintivo del piano basado en una ausencia de nacionalismo y una apertura a otros mundos sonoros.
Norman Lebrecht