Andoni Sierra: “Siento que he llegado en un momento dulce para la Semana de Música Religiosa de Cuenca”
La Semana de Música Religiosa de Cuenca da comienzo el próximo 1 de abril a su 60ª edición, la primera diseñada por su nuevo director Andoni Sierra (San Sebastián, 1971), que desde julio del año pasado se ha hecho cargo del cuarto festival más antiguo de España. El músico donostiarra, también fundador y director desde 2002 del Conductus Ensemble, explica a SCHERZO las líneas maestras que ha seguido a la hora de dar una fisonomía propia a la programación de la SMR conquense.
¿Cómo ha sido el aterrizaje en una manifestación tan cargada de historia como la Semana de Música Religiosa de Cuenca?
Cuando uno se enfrenta al reto de dirigir un festival como el de la SMR de Cuenca, experimenta– o, al menos, yo he experimentado– una curiosa mezcla de enorme responsabilidad y de gran ilusión. Mentiría si dijera que no he sentido el peso de la historia, pero tengo la sensación de haber llegado en un momento dulce para el festival. Respondiendo con ese mismo símil aéreo –y con total sinceridad– creo poder afirmar que las condiciones para la maniobra eran especialmente buenas y que el aterrizaje lo ha sido así también.
Todo director y programador aspira a dejar un sello propio, desarrollar una propuesta coherente a lo largo de su mandato. ¿Cuáles son y van a ser las señas de identidad de Andoni Sierra al frente de la SMR y cómo han quedado plasmadas en la presente edición?
Efectivamente, tener vocación de “director” implica, casi de un modo indisociable, querer dejar una impronta, un sello propio, aspirar a que eso que uno hace sea perfectamente reconocible. Puede sonar un poco genérico, pero me gustaría que las señas de identidad de mi trabajo fueran la coherencia programática y la solidez y la variedad en la oferta musical que se propone, algo que, honestamente, creo que está presente en esta presente edición.
Al repasar el programa, se percibe un gran equilibro entre épocas, plantillas, repertorios y autores, con cierta vocación por propuestas poco trilladas. ¿Es algo intencionado?
Sin lugar a duda, es algo absolutamente intencionado. El acervo de la música religiosa es inmenso: se han escrito obras maestras en todas las épocas, obras pensadas para un sinfín de plantillas diferentes. Considero que la diversidad programática contribuye al mismo tiempo a enriquecer la propuesta musical y a atender los diversos gustos que el público puede tener. En relación con esa vocación por propuestas poco trilladas, soy plenamente consciente de que optar por los títulos más populares es el camino más directo para conseguir la respuesta del gran público, pero creo que por encima del “éxito fácil” está mi obligación de configurar un festival con personalidad propia. Además, entre esas propuestas a las que hacemos mención, hay verdaderas obras maestras que nunca antes han sonado en Cuenca.
Usted es también director del Conductus Ensemble, es decir, ve al público desde la doble perspectiva del programador y del intérprete. ¿Esto influye a la hora de diseñar un ciclo orgánico como el de la SMR?
Considero que tener la doble perspectiva de programador e intérprete ayuda a entender mejor lo que ocurre a ambos lados del escenario y, por tanto, ayuda también a comprender mejor lo que el público puede estar percibiendo. Pero no creo que influya especialmente a la hora de diseñar un ciclo orgánico como el que nos ocupa. En lo que sí creo que influye de una manera especial es en el hecho de que teniendo esa doble perspectiva, uno tiene muchos más elementos de juicio para valorar lo que llega a su mesa.
Uno de los conciertos de la SMR establece un diálogo entre los cuadros del pintor y poeta Pierre-Louis Flouquet y la música de Bach a través de unas improvisaciones que se desarrollarán en el momento. ¿Cómo surgió este proyecto y en qué consiste?
La ciudad de Cuenca cuenta con una importantísima oferta cultural que va más allá de la SMR y la Fundación Antonio Pérez de Cuenca –que este año cumple 25 años– es un buen ejemplo de ello. Personalmente, desconocía que este año se celebrara esa conmemoración, pero en cuanto lo supe, entendí que bien merecía la pena poder plantear algún tipo de colaboración. A partir de ahí –y a pesar de que fue una idea que surgió en el último momento del diseño de la programación– todo pareció coincidir en el tiempo. La idea de poner en diálogo la música con otras artes era algo que yo había plasmado ya en mi proyecto de SMR. Creo que es algo muy enriquecedor. Pues bien, casualmente y para esta Semana Santa, la Fundación Antonio Pérez presenta una colección de obras del pintor Pierre-Louis Flouquet titulada La Pasión. Se trata de una magnífica colección cedida por el filántropo y gran experto en arte Roberto Polo y que, efectivamente y tal como su nombre nos sugiere, gira entorno a la Pasión de Cristo. Teníamos pues un espacio sonoro emblemático y un contenido pictórico absolutamente apropiado para abordar un proyecto en el que música y pintura dialogaran libremente. La propuesta es muy sencilla en su estructura: partiendo de una selección de diez pinturas, he seleccionado una serie de diez partituras de Bach relacionadas temáticamente con dichas pinturas. A la interpretación de dichas piezas en su versión original seguirá una serie de improvisaciones sobre esas músicas que nos permitirán viajar del siglo XVIII al XX. Creo que puede ser una muy bonita experiencia.
El encargo de la SMR de este año ha recaído en la compositora Nuria Núñez Hierro dentro de una oferta sinfónica especialmente rica, en la que la creación reciente está representada también por La pasión según San Lucas de Penderecki. ¿En qué términos plantea la presencia de la música contemporánea más allá del encargo de cada año?
Podemos encontrar partituras religiosas que son verdaderas obras maestras en todos los tiempos y estilos, y la Pasión según San Lucas de Penderecki es sin duda una de ellas. Por otra parte, está el compromiso anual e histórico de la SMR con la nueva creación y el encargo a la extraordinaria compositora Nuria Núñez Hierro es un ejemplo de ello. Pues bien, independientemente de dicho compromiso, me gustaría que la música de reciente creación –o de relativa reciente creación– tuviera siempre un espacio en el festival. Esto, como lo de programar obras no trilladas, puede tener su punto de riesgo –a nivel de respuesta de público, me refiero– pero considero que es enriquecedor y que marca la personalidad de un festival.
Tras su nombramiento afirmó que toda música religiosa buena tendrá cabida en el festival. ¿Esto podría incluir en un futuro la presencia de músicas de cultos y religiones de otras partes del mundo?
Por una parte, tenemos una realidad y es el hecho de que la Semana de Música Religiosa nació en un contexto concreto, la Semana Santa de Cuenca, un contexto que se corresponde absolutamente con la tradición y la cultura cristiana y que creo que hay que respetar. Pero, por otra parte, está esa otra realidad que es la enorme diversidad sociológica, cultural y religiosa que vivimos en nuestra sociedad hoy en día. Creo que es importante ser capaces de atender a esas dos realidades, buscando siempre, y en su justa medida, el modo de que toda expresión religiosa que venga de la mano de una propuesta musical de calidad –y esto es innegociable– tenga cabida en el festival.
Stefano Russomanno
(fotos: Quincena Musical de San Sebastián))