ÁMSTERDAM / ‘Roberto Devereux’ cierra la trilogía Tudor de Donizetti en la Ópera de Holanda
Ámsterdam. Ópera Nacional. 18-IV-2024. Donizetti: Roberto Devereux. Barno Ismatullaeva, Angela Brower, Ismael Jordi, Nikolai Zemlianskikh, Thando Mjandana. Netherlands Chamber Orchestra. Dirección musical: Enrique Mazzola. Dirección escénica: Jetske Mijnssen. Decorados: Ben Baur. Vestuario: Klaus Bruns.
La ausencia de una cabaletta virtuosa al final resulta indicativo de la actitud de Donizetti al escribir Roberto Devereux, ópera con la que concluían las producciones de la llamada “trilogía Tudor” llevadas a cabo por la Ópera Nacional Holandesa. El hecho de que Donizetti no concibiera las tres óperas como un verdadero ciclo se hace patente desde la misma obertura, que sustituye el énfasis en las cantilenas románticas por contrastes y acentos cuasi verdianos. Éstos se vieron aún más realzados por la vivaz y crispada dirección de Enrique Mazzola, menos centrada en las líneas melódicas pero excelentemente articulada por los músicos de la Orquesta de Cámara de los Países Bajos. Además, con unas sesenta personas en el foso, se creó la proporción sonora adecuada para que el canto destacara lo mejor posible en la complicada acústica del teatro de Ámsterdam. Ayudó mucho en este sentido la escenografía de Ben Baur, en la cual el primer acto representa el tocador de la reina Elisabetta como una eficaz caja acústica, mientras que las distintas escenas del segundo y tercer acto -que se fundieron en un drama continuo- tienen lugar en una sala de palacio, también cerrada por todos lados, con los solistas situados la mayor parte del tiempo en el proscenio.
Al internacional reparto le faltó un punto de italianità canora, pero en lineas generales la parte vocal de la producción resultó más que satisfactoria. La soprano Barno Ismatullaeva comenzó un tanto insegura en su canto y algo tosca en su actuación, pero tras el descanso convirtió a la soberana inglesa en una personalidad poderosa y al mismo tiempo mentalmente angustiada. Aunque su canto careciera de la singularidad de algunas de sus grandes predecesoras, la interpretación de la soprano uzbeka creció hasta cuajar una memorable escena final, en la que exhibió un impresionante dramatismo vocal.
En el papel de Sara, su joven rival, la mezzo Angela Brower desplegó un belcantismo cálido y de gran pureza estilística, superando a su reina en glamour y encanto regio, especialmente en el primer acto. Como Nottingham, el joven barítono Nikolai Zemlianskikh demostró poseer una bella voz lírica, aunque le faltaron la mayor extensión tímbrica y la autoridad vocal que requiere este papel de marido engañado. Ismael Jordi, el único de los solistas también presente en las producciones de Anna Bolena y Maria Stuarda, sorprendió gratamente en el papel titular, escrito por Donizetti para el tenor francés Adolphe Nourrit. Puede que en el estreno algunos agudos sonaran un tanto forzados, pero este tenor originalmente lírico parece haber evolucionado con éxito hacia un repertorio más dramático.
El desplazamiento de la acción desde el siglo XVI a mediados del siglo pasado funcionó muy bien, sobre todo por la magnífica caracterización dramática que realiza la directora de escena Jetske Mijnssen tanto de los protagonistas como de los papeles secundarios. El hecho de que Elisabetta y Sara resultaran más perfiladas dramáticamente que los personajes masculinos es consecuencia de la propia obra. Cabe en todo caso cuestionar la decisión de presentar las diversas escenas del segundo y tercer actos en un solo flujo dramático, y de forma muy especial la mezcla en ciertos momentos de distintas escenas, por ejemplo haciendo que Leicester entrase ya en escena para su cuadro de la cárcel durante el dúo de Sara y Nottingham.
Paul Korenhof