ÁMSTERDAM / Barrie Kosky presenta su visión del ‘Trittico’ pucciniano
Ámsterdam. Ópera Nacional. 3-V-2024. Puccini: Il trittico. Leah Hawkins, Elena Stikhina, Inna Demenkova, Raehann Bryce-Davis, Helena Rasker, Joshua Guerrero,
Daniel Luis de Vicente, Scott Wilde. Netherlands Philharmonic Orchestra. Dirección musical: Lorenzo Viotti. Dirección escénica: Barrie Kosky. Decorados: Rebecca Ringst. Vestuario: Victoria Behr.
La primera producción de Il trittico de Puccini por la Ópera Nacional Holandesa produjo sentimientos encontrados, en parte debido a las diferencias en la presentación de las tres óperas independientes, que también se separaron estilísticamente en el montaje de Barrie Kosky. Lo más significativo fue la decisión del regista de eliminar casi por completo la atmósfera parisina de Il tabarro, no ambientada esta vez en una barcaza en el Sena, sino en algún punto indefinido de una obra en construcción, con el “patrón” Michele como itinerante capataz. La ciudad de París, muy presente en la música de Puccini, quedó literalmente oculta tras el decorado de Rebecca Ringst, un tabique de madera que abarcaba toda la anchura del escenario y amortiguaba casi por completo los sonidos y las voces de la ciudad, dificultando gravemente la coordinación de este backstage, tan meticulosamente descrito por Puccini en su partitura.
En este decorado, desprovisto de cualquier atmósfera y en el cual el resto de la escena es un enorme espacio casi vacío, un pequeño andamio de madera se desliza hacia delante desde la pared del fondo, en y junto al cual tienen lugar la mayoría de las escenas. Evidentemente, Kosky centra toda su atención en los problemas conyugales de Michele y su esposa Giorgetta, con una mirada de reojo a su amante Luigi. En semejante contexto, el barítono Daniel Luis de Vicente estuvo muy presente como el áspero e introvertido Michele, mientras que Leah Hawkins y Joshua Guerrero, de voces ambos demasiado pequeñas, resultaron menos convincentes como los apasionados amantes. Es indudable que en ello también influyó la fría y distante lectura del director Lorenzo Viotti, que optó por tempi sorprendentemente lentos, sobre todo en las partes más líricas e íntimas. Durante todo el espectáculo, pero especialmente en Il tabarro, hubo momentos en los que la música parecía detenerse por un instante, rompiendo el flujo emocional de la música de Puccini.
A Suor Angelica, segundo panel del tríptico, le fue mucho mejor, tanto en lo musical como en lo escénico. El efecto alienante de la gran pared de madera del fondo se rompe aquí con una larga escalera que abarca toda la anchura del escenario, mientras que en el vestuario y en la atención a los papeles menores, Kosky supo claramente dar cabida a la atmósfera de un convento de monjas. Un terreno propicio para la sólida interpretación que del papel titulat realizó la soprano Elena Stikhina, quien infundió a las notas de Puccini una resplandeciente calidez y una conmovedora abnegación. Su creíble exhibición de humildad otorgó aún más relieve al arrebato emocional del personaje durante el enfrentamiento con su despiadada tía. Una lástima que la voz cálida y bien manejada de la mezzo Raehann Bryce-Davis sonara demasiado juvenil y glamurosa para la gélida y autoritaria Zia Principessa.
En Gianni Schicchi vemos a un octogenario de nuestros días que muere repentinamente durante su propia fiesta de cumpleaños. Se podría argumentar que todas las complicaciones que siguen podrían haberse tratado con más sutileza, pero el retrato que Kosky realiza de la desesperada, más tarde esperanzada y finalmente engañada familia resultó absolutamente hilarante. También quedó claro desde los primeros compases que Viotti ponía su dirección (de nuevo con preferencia por los tempi moderados) al servicio de la puesta en escena de Kosky. Ambos convirtieron esta pequeña comedia bufa en una ópera de conjunto por excelencia. En el papel principal, el barítono Daniel Luis de Vicente mostró la combinación adecuada de bonhomía y astucia, pero por lo demás su interpretación se integró a la perfección en un conjunto muy bien dirigido de verdaderos actores cantantes.
Paul Korenhof
Foto: Monika Rittershaus | De Nationale Opera