Álvaro del Amo y Tomás Marco: ‘Policías y ladrones’ aborda un tema muy actual en clave humorística
El 5 de abril de 2018 debía estrenarse en el Teatro de la Zarzuela de Madrid la zarzuela Policías y ladrones, una actualización del género nacional por excelencia escrita por el dramaturgo y crítico literario Álvaro del Amo (libreto) y el compositor Tomás Marco (música). Sin embargo, la polémica que por aquellos días se desató en torno al pretendido (y finalmente abortado) proyecto de fusión de los dos grandes teatros musicales madrileños (Real y Zarzuela) así como la huelga que afectó de lleno a la programación del coliseo de la calle Jovellanos, obligaron a aplazar sine die el evento. El estreno fue reubicado en la programación de la temporada 2019/20, pero en esta ocasión irrumpió la pandemia para frustrar por completo el segundo intento. Ahora, en pleno 2022, y si ningún nuevo imprevisto lo impide, esta zarzuela de nueva creación verá finalmente la luz en la producción originalmente prevista, es decir, con la dirección escénica de Carme Portaceli y musical de José Ramón Encinar.
Reproducimos a continuación la entrevista que Arturo Reverter realizó a los dos creadores de Policías y ladrones, que fue publicada en el número de abril de 2018 de SCHERZO.
¿Cómo nació este proyecto?
T. M.: Yo creo que la primera conversación fue entre Paolo Pinamonti, por entonces director artístico del Teatro de la Zarzuela, y Álvaro, después de que este hiciera en 2014 aquel magnífico trabajo de síntesis dramatúrgica de tres zarzuelas….
A. A.: Sí, eran Catalina de Gaztambide, El dominó azul de Arrieta y El diablo en el poder de Barbieri.
T. M.: Pinamonti quería un estreno, pero el problema de los estrenos en este teatro es que siempre han desembocado en una ópera, no en una zarzuela. Entonces fue cuando Pinamonti nos preguntó si éramos capaces de hacer una zarzuela con estructura de zarzuela. Le dije que sí, que la estructura no era el problema.
¿Cómo es una zarzuela en el siglo XXI?
T. M.: Pues como era antes, pero en el siglo XXI. Es una estructura de género musical que tiene partes habladas y partes musicales que, por consiguiente, ha de ser cerrada, que trata un problema actual, porque la zarzuela en general los trataba, y que cuenta —y eso lo hablé mucho con Álvaro, que no lo veía claro— con una parte de humor, de farsa, un poco de crítica a la actualidad, pero desde el punto de vista humorístico. Y así es como nos ha salido al final.
Una de las características de la zarzuela es que la música es tirando a ligera.
A. A.: Bueno, no siempre.
T. M.: No necesariamente. Las habrá menos ligeras, pero en este caso digamos que en comparación con otras músicas sinfónicas mías u óperas… Sí, probablemente es un poco más ligera, pero eso no implica que no sea el mismo tipo de música; no puedo hacer otra.
Pero al hacer una zarzuela, quizá ya miró el pentagrama de otra manera.
T. M.: Evidentemente hay que verlo de otra manera. No es lo mismo hacer El Quijote [Marco se refiere a su ópera El caballero de la Triste Figura] que esto, lo cual te lleva a hacer otro tipo de música, a utilizar lo que yo llevo utilizando desde hace años en mi creación. En la nueva obra de repente se escucha algo que se parece a una habanera o a otro tipo de músicas más actuales, aunque no en su total literalidad. No se puede decir, por ejemplo, que hay rock, porque no, no lo hay, pero hay ciertas formas que tienen que ver con él.
¿Hay citas de alguna zarzuela concreta?
T. M.: No, hay guiños típicos de la zarzuela. Por ejemplo, hay un pasaje en el que uno de los personajes, la señora del Presunto implicado, se larga con la pasta y se va al Caribe. Luego se lía con un ruso y después, con un chino. Entonces sobreviene un momento en el que todos van diciendo “mi chi-no-no, chi-no-no”, que, en fin, no es una cita, pero es evidente que la gente va a entender rápidamente que es un guiño.
Por su evocación de La verbena de la Paloma, claro. ¿La idea del libreto?
A. A.: Cuando se habló de hacer una zarzuela, surgió el dilema: ¿qué hacíamos? Le presenté a Tomás una obra de teatro que yo tenía escrita. Le pareció bien pero dijo que no, que no está bien tomar una obra de teatro para hacer una zarzuela. Había que partir de cero. Fue idea de él abordar el tema de la corrupción.
T. M.: Fuimos trabajando conjuntamente, no es que él hiciera el libreto y luego, una vez terminado, yo la música. Se fue creando poco a poco, en paralelo. Hay una escena concreta, la de los políticos, para la que yo hice un monstruo de texto y se lo dije: he cambiado muchas cosas. De ahí salió la base desde la que se machaca a un político. Realmente la idea proviene de Aristóteles.
Así trabajaban Verdi y Boito.
A. A.: Yo siempre he pensado que la relación entre el libretista y el compositor es muy parecida a la del director de cine y el guionista. Esta vez ha sido particularmente simbiótica y armoniosa. Es como si el proyecto nos hubiera arrastrado.
T. M.: En mis obras escénicas anteriores siempre acababa yo haciendo el libreto. No es éste el caso, por supuesto.
A partir del formato zarzuela, ¿se plantearon la separación entre la palabra hablada y la música: romanzas, dúos, tríos, conjuntos…? ¿Tiene esa estructura de números cerrados?
T. M.: Tiene una estructura de números cerrados, pero dentro de una estructura más continua. Hay varios dúos, hay algún trío y hay un quinteto; como el que pudiera haber en una ópera como Lucia (aunque aquí lo que hay es un sexteto).
A. A.: Lo que sí que quedó claro es que teníamos que tener poca parte hablada y mucha música. Eso se planteó desde un principio y eso se ha procurado.
¿Hay algún tipo de versificación?
T. M.: Sí, algún tipo, no todo el rato, pero hay. A veces hay versos un poco de coña.
A. A.: Eso yo no lo había hecho nunca. Pero, sin pretender escribir sonetos a lo Góngora, buscar una cierta rima no es tan difícil.
¿Se podrán encontrar en el texto alusiones a personajes políticos actuales?
T. M.: Está basado en ellos, pero se ha procurado que no aparezca nadie en concreto. Podremos, sin duda, reconocer a mucha gente. Lo que pasa es que los personajes subsumen a otros muchos, tienen distintas caras. El que llamamos Presunto implicado es en un momento alguien muy conocido, pero en seguida conecta con otros. Su mujer no es la que parece al principio.
¿En el pentagrama hay algo nuevo o sigue la línea que conocemos?
T. M.: Yo creo que he ido desarrollando una línea vocal basada en la semántica y la prosodia del idioma, que es algo que los compositores de ahora no tratan de este modo. En algunos aspectos es una continuidad de las óperas que ya conocemos. En otros planteo cosas distintas, pero en general he aprovechado elementos de lo escrito con anterioridad. En La Isla desolada hay rasgos que salen de aquí, aunque esto no sea tan épico. Hay un continuo en la música vocal que por ahora termina en La Isla desolada. Lo que venga después aprovechará algo de todo eso.
¿Qué plantilla instrumental tiene?
T. M.: Una orquesta de teatro normal: vientos a dos y cuerda, evidentemente. Hay algún solo de vez en cuando y algún efecto orquestal nuevo.
¿Y los personajes?
T. M.: Son cinco personajes los que cantan; luego hay más. Y el coro es importantísimo.
A. A.: Hay mucho coro sí. En seguida se pensó que tampoco se le iba a poner nombre a todos los personajes. Son el Policía, el Presunto implicado (una idea de Tomás), dos personajes jóvenes: el Hijo y la Hija, el hijo del Presunto implicado y la hija del Policía, que se enamoran. Está también la mujer del Presunto implicado, una señora que tiene un papel hablado que luego se hace de un partido político, que es la amistosa señorita. Y alguno más, pero que no habla.
¿Se corresponden los personajes con los tipos vocales habituales en las zarzuelas?
T. M.: Sí, el Presunto implicado es un barítono (Manuel Lanza), el Policía es un bajo (José Antonio García), un tenor absoluto para hacer el papel del Hijo (Pablo García López) y la Hija es una soprano ligera (Rocío Pérez). La mujer del Presunto implicado es una soprano (María Hinojosa) que ha de abordar una coloratura nada fácil. Es un papel de cachonda mental.
¿Hay alguna dificultad para la voz?
T. M.: En cuanto a tesituras no, ya que no paso del La agudo. Dirige José Ramón Encinar, que ha hecho un gran trabajo, tanto con las voces como con el coro. Se ha entendido muy bien con Carmen Portaceli, la directora de escena.
¿Ven ustedes posibilidad de que esta obra trascienda al público habitual?
T. M.: No lo sé, eso depende. El gran problema que tiene la música actual no es que no le guste a la gente, es que a la gente le puede gustar si viene, pero si no viene, no. Eso sí, estoy seguro de que quien venga encontrará tres o cuatro cosas pegadizas; incluso, puede salir cantándolas. ¶
Arturo Reverter
[Fotos del ensayo general: Javier del Real]
(Entrevista publicada en el nº 339 de SCHERZO, de abril de 2018)