Alondra de la Parra: “Soy una artista que dirige orquestas”
Alondra de la Parra (Nueva York, 1980) es mucho más que una directora de orquesta de evidente impacto mediático. Es una líder natural, una personalidad llena de atractivo por su inteligencia, su inquietud de crecer y buscar cosas nuevas, su ambición artística que se aleja de clichés y se adentra en la esencia, la pasión evidente por cuanto hace y la energía que transmite continuamente y que contagia con raro magnetismo a quien se pone a su alcance. Nos atiende tras el último ensayo de su reciente visita —la segunda— para dirigir a la Orquesta Nacional. Comprensiblemente cansada y hambrienta (retrasamos su comida algo más de dos horas entre ensayo y entrevista), empieza algo lacónica —hasta se diría que con cierta desgana— con las preguntas (inevitables por demás) sobre el panorama de las directoras de orquesta. “Estamos ya muy en el camino de la normalización”, dice. Pero cuando cambio el tercio, se enciende la energía y más de media hora después no parece haber ni fatiga, ni hambre, ni nada. Solo entusiasmo.
Empezando por la pandemia, y aparte de la ‘pandemia de cancelaciones’, ¿qué ha supuesto para usted?
Fue una oportunidad muy buena de reflexión, de calma, de contemplación, de análisis de lo que he estado haciendo, de lo que quiero hacer y de lo que no quiero hacer.
¿Y a qué conclusiones ha llegado? Porque usted era titular en Queensland y ahora, que no es titular en ningún sitio, ¿le gustaría serlo o preferiría otra aproximación?
Sí, me encantaría ser titular en alguna orquesta. Porque lo que me interesa es un trabajo a largo plazo. Trabajar como director invitado es agotador. Es como subir una gran montaña en una semana, y luego esa montaña se viene abajo. Y vuelta a empezar. Yo prefiero construir montañas que perduren. Trabajar con un grupo, entender su personalidad, sus habilidades, sus retos, conocernos, establecer una relación, construir un sonido, una identidad artística. Todo eso me emociona mucho, y creo que realmente tiene mucho más sentido que ir aquí y allá picando. Esto de ir a un sitio a hacer el plan obertura-concierto-sinfonía que se ha hecho mil veces, y luego a otro sitio a hacer lo mismo… no me resulta interesante. Es como repetir de forma mecánica un Picasso o un Van Gogh. A mí lo que me interesa es ahondar en ese artista, en esa orquesta para hacer esa réplica de ese Stravinsky o ese Copland que no sean meras réplicas, sino que tengan algo especial que decir respecto al momento en el que estamos.
¿Es una cuestión entonces más de aproximación que de repertorio? No es tanto no querer hacer tal o cual obra que ha sido muy repetida, sino “no la quiero hacer de esa manera”, ¿no?
Exacto. El repertorio es la razón por la que me enamoré de esta profesión y de la orquesta. El repertorio no es el problema. El problema es la costumbre que tenemos de hacerlo con determinadas pautas. A mí me interesa profundizar en la programación, en la narrativa, en cómo se distribuye esta información a los asistentes a los conciertos, en cómo se presenta… Y luego me interesan mucho las colaboraciones interdisciplinarias, con ballet, con escena, con temas literarios… Me interesa más pensar como artista global. Y dentro de eso, ser directora de orquesta es una habilidad que tengo, pero prefiero pensar que soy una artista que dirige orquestas. Y a todo este análisis me ayudó la pandemia, porque la industria musical te obliga en cierto modo a seguir casi automáticamente el camino tradicional: directores titulares en algún sitio, directores invitados, volar continuamente a todas partes, dar cientos de conciertos al año… Y yo me pregunto por qué. Además, ese ritmo frenético continuamente fuera de tu ecosistema natural hace imposible tener el tiempo, el reposo para el estudio y el análisis que constituye la esencia del trabajo tal como lo veo ahora. Ahora estoy más enfocada a esos proyectos que tengan ‘duende’. Por ejemplo, estoy centrada en un proyecto escénico para el que escribí el guion, voy a dirigir la escena, estoy produciendo todo, escogiendo el equipo creativo, diseño de vestuario, además de dirigir la orquesta. Dirigir la orquesta es una parte de lo que hago, pero me interesa mucho conectar con el artista, sumergirme en lo que me aportan artistas de todo tipo de campos, tener ese tipo de conversaciones que generan obras de arte. No quiero dejar de ser directora de orquesta, tengo la destreza y las habilidades para serlo, pero tampoco quiero ser solo eso. Para mí se queda un poco pequeño. (…)
Rafael Ortega Basagoiti
[Foto: Peter Rigaud]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 374 de SCHERZO, de junio de 2021)