ALICANTE / ‘Oceánica’, espejismo de música y danza

Alicante. Auditorio ADDA. 19-IX-2020. Mario Prisuelos, piano. Maximiliano Sanford, danza. Obras de Shostakovich, Granados, Saunders y Del Puerto.
La segunda jornada del Festival Contemporáneo que organiza el ADDA ha estado ocupada por una especie de performance que ha suscitado gran interés por todos los escenarios por donde ha pasado desde su estreno, hace dos años, en el Festival de Música Cristóbal Halffter de Ponferrada. El pianista madrileño Mario Prisuelos y el bailarín acrobático brasileño Maximiliano Sanford han ideado un espectáculo titulado Oceánica, en el que, según se desprende de las consideraciones de Prisuelos, partiendo de una propuesta del escenógrafo Pablo Ramos, se plantea una experiencia vital entorno a la inmensidad de los océanos como metafórico espejo de la profundidad del ser humano a través de intensos registros de danza contemporánea y la sonoridad del piano, dramatizando un imaginario viaje a Ítaca.
Los Veinticuatro preludios para piano op. 34 de Shostakovich ofrecían materia musical más que suficiente para implementar tal propósito, acentuado por las sugestivas evoluciones acrobáticas de Sanford que, alrededor del piano, reforzaba el espejismo sonoro de estas pequeñas piezas, que son como condensados ejemplos, diríase cuasi psicológicos, de la propia voz del insigne compositor ruso. Como muestra, hay que hacer mención del sentido de abandono expresado en el décimo, el paródico aire de vals acelerado expuesto en el décimo quinto, el corte marcial dado al siguiente en orden, la elegancia del décimo séptimo, desarrollado con impecable fraseo, y la bien discriminada mezcla de caracteres de gavota y marcha que con distinción Prisuelos supo simultanear en el último.
Trasladando el instrumento de lugar en el escenario como si fuera también un elemento danzante inmerso a la vez en etéreas sonoridades como música de paso, irrumpió la dolorosa tragedia que irradia El Amor y la Muerte de Enrique Granados, obra de sombríos acordes que acompañaron al Sanford más histriónico.
El espectáculo cambió de orientación con la interpretación de Shadow, avasalladora pieza de la compositora londinense Rebecca Saunders estrenada en Berlín el año 2013 que, desde una manifiesta acumulación sonora, es todo un ejemplo de oscurecimiento expresivo en el que una masiva interacción de clusters y pedales mantenidos dan a esta obra un carácter espectral de sobrecogedor efecto, hecho que impulsaba con tan apremiante estímulo las violentas contorsiones de Sanford que le llevaron casi a la extenuación.
La actuación entraba en su recta final con una danza titulada Dos colores de mayo que el compositor post-vanguardista madrileño David del Puerto dedicó a Prisuelos en 2010. Este hizo que su música respirara de tal modo que justificaba su función para terminar un programa de gran fantasía y atractivo para el público que, a tenor de los entusiastas aplausos, experimentó con agrado esta nueva forma de exponer un repertorio contemporáneo en el que música y danza se reinventan estimulando la imaginación del espectador, que se enriquece con esta novedosa interacción de ambas disciplinas artísticas.
(Foto: Basilio Martínez)