ALICANTE / Excelencias de L’Apothéose
Alicante. Auditorio ADDA 12-I-2020. L’Apothéose. Obras de Plà, Locatelli, Castillón, Zipoli, Balbi y Telemann.
Sólo desde un vínculo artístico, profesional y personal muy intenso se pueden entender las excelencias del ensemble barroco L’Apothéose que, fundado en 2015, tomó su nombre de la sonata para dos violines y bajo continuo de François Couperin titulada L’Apothéose de Corelli. Se presentaba en el ADDA con un programa muy interesante en el que se podían disfrutar obras que fueron llevadas desde Europa al Nuevo Mundo que se han mantenido silentes en archivos y que, por su valor artístico, necesitan interpretarse para ser disfrutadas en este siglo XXI.
Su actuación, que se desarrolló sin solución de continuidad, se iniciaba con la Sonata en trío en Re menor de los hermanos Joan y Josep Plà i Agustí nacidos en Balaguer en el siglo XVIII y que brillaron por Europa como intérpretes con instrumentos de viento-madera, como quedó demostrado por el protagonismo de la flautista del grupo, Laura Quesada, de manera más singular en el andante central de la obra que, con su travesera, cantó con gran gusto y especial dulzura. Lo allegros que lo encuadraban sirvieron como carta de presentación del grupo, destacando en ellos la coordinada fluidez de un discurso musical bien cohesionado. Le siguió la Sonata para flauta nº 2 en Re mayor, op.2 de Pietro Antonio Locatelli en la que volvió a brillar la flauta travesera en la expresividad imitativa vocal contenida en su Largo inicial, el dialogante Allegro subsiguiente, los fiati del galante Andante y la tensión re-expositiva del Presto final con sus interesantes efectos eco.
Como si de un interludio se tratara en el orden del programa, el teclista madrileño Asís Márquez asumió máxima responsabilidad al ofrecer uno de los momentos más hermosos del concierto con la Sonata para clave nº 1 en Si menor, op. 1 de Vicente Joaquín Castillón, composición encontrada en el Libro Sexto de María Antonia Palacios rescatado de un desaparecido convento de Santiago de Chile y depositado en el Archivo de Música de la Biblioteca Nacional de aquella república sudamericana. Este autor está en reciente proceso de descubrimiento, y bien que lo merece, dada la extraordinaria calidad de esta obra con la que el clavecinista mostró el amplio abanico de su posibilidades técnicas haciendo gala de ricos adornos, equilibrado balance de ambas manos y búsqueda constante por reflejar la resonancia interna del instrumento en los ataques y las terminaciones, todo ello ofrecido desde una admirable musicalidad. En cuarto lugar hubo una eficaz recreación formal de los tres tiempos que integran el Trío sonata Chiquitana IV de un boliviano autor desconocido, con la que se pudo disfrutar de un diáfano diálogo entre el violín y la flauta, en el allegro que abre esta pieza, de un condensado y escueto andante central para terminar con la buena factura de un canónico minueto.
En la primera de las dos últimas obras del programa, la Sonata para violín en La mayor de Domenico Zipoli, se pudo apreciar una resaltada presencia de la violonchelista Carla Sanfélix desarrollando una estimulante respuesta al violín en paralelo al clave antes de dejar que aquel cantara con gran lirismo en el Largo que le sigue, pasaje en el que brilló con gran sentido musical el violinista cartagenero Víctor Martínez, dando una especie de cinética danzante en la manera de tocar su instrumento. En el allegro que cerraba la obra, el grupo mostró un alto grado de conjuntada dicción y vinculante comunicación entre sus miembros, que siempre desarrollaron una articulación muy contenida y precisa, elevando así aún más el virtuosismo de su actuación.
Dejaron para el final de esta la Sonata en trío Chiquitana IX del compositor milanés del siglo XVIII Ignazio Balbi, cuyo original se encuentra en el Archivo Musical de la región boliviana de Chiquitos. Su Andante Spirituoso central fue el otro momento singular para el clave, cuyo sonido imitaba el tañer con exquisita resonancia. Los allegros que lo enmarcaban estuvieron muy lucidamente ejecutados destacando el corto y a la vez intenso desenfado del último.
Para terminar, cambiando de sentido estético, L’Apothéose ofreció una chacona extraída del Cuarteto en Mi menor de Georg Philipp Telemann escrito en París en 1738 y que lleva por título el de su carácter de su tempo, Modéré, que hizo que el público admirara cómo este grupo musical atiende con identificado acierto el barroco canon alemán. Fue una manera de apuntar su buen hacer en otros repertorios y un contraste a las obras encontradas en América de este tercer programa del Ciclo Almantiga que, en la presente temporada, el ADDA dedica a la música antigua y barroca.
José Antonio Cantón