ALICANTE / Apoteosis de ritmo y color
Alicante. Auditorio ADDA. 31-I-2020. Spanish Brass. Director: Josep Vicent. Obras de Bernstein, Lindberg y Stravinsky.
Con el título “Memorias desde una nube”, ADDA-Simfònica presentaba su quinto concierto de la temporada bajo la dirección de su titular, el maestro Josep Vicent, interpretando un programa de enorme atractivo por la rica orquestación de las obras y la participación como solista del quinteto de metales Spanish Brass, precisamente en la composición que daba título al evento, Memorias desde una nube, escrita por el extraordinario trombonista sueco Christian Lindberg. Para esta ocasión, se ha contado con la colaboración como concertino del violinista venezolano Alejandro Carreño, que ha desempeñado tal función en la conocida Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, siendo invitado habitualmente por su compatriota Gustavo Dudamel con otras formaciones.
Los sones de la fanfarria de la obertura de la comedia musical Candide de Leonard Bernstein sirvieron para predisponer al oyente a una velada sinfónica en la que el color y el ritmo se iban a constituir en absolutos protagonistas, con tan exultante expresividad, que iban a marcar la consecución de un grado más de excelencia de esta orquesta, que convierte cada uno de sus conciertos en verdaderos acontecimientos. Gran parte de la responsabilidad de este crecimiento se debe al sólido planteamiento de examen previo que ha realizado Josep Vicent, consiguiendo una clara distinción entre cada una de las secciones y de los instrumentos, como en el caso de la flauta en el momento del dúo Oh! Happy we, que destacó con exquisito lirismo. Con resolutiva concreción técnica, aumentó la precisión de la articulación de la orquesta conforme se acercaba la coda en ese accelerando donde aparece uno de los temas del melodioso pasaje Glitter and be gay que, de manera impetuosa, propiciaba el último crescendo que fue realizado con acentuada intensidad.
Lo primero que se percibía en el descompuesto Tango con enfermedad armónica, primer movimiento de la obra de Lindberg, fue una especial sensación de cómoda interacción entre el director y el quinteto solista que, con una homogeneidad tímbrica asombrosa, se adentraba con seguridad técnica en las perturbaciones armónicas que propone el compositor y extraordinaria musicalidad en el pretendido efecto de la irresuelta “biensonancia”. El segundo tiempo, Barcelona crepúsculo, fue expuesto con exquisito balanceo entre la orquesta y los solistas, que supieron asordinar su discurso en su parte central como queriendo preparar el gran dinamismo a desarrollar en los dos últimos, Discurso del lagarto y En la cima de la nube, que el director tradujo con enérgica precisión dinámica, siguiendo indicaciones del autor tan significativas como, “golpear como si de música de rock se tratara” o “sonar como los largos gruñidos de un gato furioso”. Con tan excelente traducción, los aplausos se manifestaron intensos y prolongados pese a la resistencia que siempre produce en el público en cualquier tipo de contemporaneidad como la que tiene esta obra.
Y es que, como ya ocurriera cuando el propio Lindberg lideró el tercer concierto de temporada de ADDA-Simfònica, la orquesta se siente cómoda con la música de este compositor y, en esta ocasión, desde el alto nivel de entendimiento existente entre su director y los solistas interpretando música de vanguardia. Spanish Brass agradeció la positiva reacción del auditorio con una adaptación para sus instrumentos de la canción Mediterráneo de Joan Manuel Serrat que, después de una extraña introducción, produjo murmullos complacientes en los espectadores al ser reconocida.
El concierto tuvo su momento de mayor esplendor con una brillante versión de La Consagración de la primavera de Igor Stravinsky, obra esencial del siglo XX que refleja como pocas la expresividad que puede alcanzar una orquesta en ritmo, en espectro dinámico y en color sonoro. Josep Vicent supo preparar su interpretación desde un análisis exhaustivo, llegando a los ensayos con el trabajo muy adelantado para poder transmitir los conceptos con claridad a sus músicos, que atienden sus indicaciones con admirable concentración. La lectura fue clara a la vez que emocionante, como exige esta composición de abrumadora complejidad estructural.
No cabe hacer una descripción de lo acontecido en esta interpretación que, como mejor alabanza, hay que manifestar que sirvió para despejar cualquier duda sobre la bondad, la verdad y la belleza que propone Josep Vicent con su orquesta en cada concierto. Reafirmando su intención de recorrer con solidez y alcanzar en poco tiempo esa individuación musical que pretende de ADDA-Simfònica, más pronto que los cinco años que otros directores se ponen como plazo cuando se está en un proceso de formación y determinación orquestal.
En este caso, esos teóricos periodos se están acortando a una marcha agigantada y con una respuesta sorprendentemente positiva en todas las secciones instrumentales de esta formación, que está alcanzado un nivel de consolidación artística realmente envidiable. Esto se debe, entre otras cualidades, a la profesionalidad de su director como gran comunicador, a cómo sabe plasmar su experiencia europea en la gestión interna de ADDA-Simfònica y a su manera de entender la función cultural que ocupa una orquesta en una sociedad moderna que demanda arte como alimento necesario para dignificar su existencia.
La interpretación de la genial obra de Stravinsky produjo tal impacto que el aplauso resultante se hacía interminable hasta que, siguiendo en el mismo nivel de eficiencia, dirigió la Danza de los caballeros de la suite Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, con asombroso sentido pesante, para continuar con una muy marcial versión de la Marcha imperial del norteamericano John Williams, perteneciente a la banda sonora del famoso film Stars Wars del cineasta Goerge Lucas, que sirvió para poner con cierto sentido de humor punto y final a este esplendente concierto sinfónico.