MADRID / Acontecimiento: ‘La pasajera’, de Mieczyslaw Weinberg
Madrid. Teatro Real. 1.III.2024. Mieczyslaw Weinberg: La pasajera. Amanda Majeski, Daveda Karanas, Gyula Orendt, Anna Gorbachyova-Ogilvie, Lidia Vinyes-Curtis, Marta Fontanals Simmons, Nadezhda Karyazina, Olivia Doray, Helen Field, Liuba Sokolova, Nikolai Schukoff. Coro y Orquesta titulares del Teatro Real, Madrid. Dirección musical: Mirga Gražinytè-Tyla. Puesta en escena: David Pountney.
La pasajera requiere datos previos. Los daremos en la próxima entrega, mañana mismo, si bien en Scherzo, a lo largo de los años, hemos dedicado espacio a esta obra y a muchas otras de Weinberg. La pasajera no es simplemente una ópera renovadora. Es una conmoción, como ya titulamos el DVD de esta misma producción en Bregenz. Dicho lo cual, hablaremos del espectáculo que, de nuevo, conmocionó a mucha gente en el Teatro Real.
Un trasatlántico, a mediados de los años 1950. Una mujer alemana, Lisa, que fue Kapo en Auschwitz, cree reconocer en el pasaje a una de sus víctimas, Marta. Va con su marido, diplomático, y ese pasado compromete la carrera del hombre. Se las arreglan para banalizar el recuerdo. Pero el coro insiste en el recuerdo. Casi toda la ópera consiste en eso, en el recuerdo y más allá. Es el retrato de Auschwitz en ópera. Dificilísimo. O lo haces como El hijo de Saúl (Lászlo Nemes, 2015, explícito, pero en planos que evitan la visión general) o como en la reciente La zona de interés (Jonathan Glazer, 2023: preciosa casa de Rudolf Höss, vida familiar; al lado, solo sugerido y nunca visto, el gran campo de exterminio, el ausente omnipresente, fuera de plano). El espléndido libreto de Medvedev y la narración de Zofia Posmysz son puntos de partida de garantía, y es la música de Weinberg, sus líneas vocales, sus dos cantos a capella, sus arrebatadores intermedios orquestales, sus contrastes ocasionales, los de la sinuosa línea del mar frente a los más que clusters del Lager; es todo eso lo que convierte a esta ópera en un espectáculo magistral.
Eso sí, a condición de que esté dirigida por una batuta como la de Mirga Gražinytè-Tyla a una orquesta excelente como la del Real; una y otra, con un concepto dramático y de detalle (pieza ésta rica en detalles que a veces pueden pasar inadvertidos). Y a condición de que haya una concepción de espacio, dirección de actores (actrices, sobre todo) y sentido del relato como el de David Pountney, apoyado en la escenografía de Johan Engels. Arriba, el trasatlántico, blanco, feliz. Abajo, el pasado, oscuro, marrón, el Lager, la tortura y aniquilación de de un pueblo, Auschwitz. Pountney declaraba que esa división ya se la había sugerido el libretista, Medvedev.
Hay una dimensión de polifonía, aunque a partir de voces solistas: las prisioneras, que cantan en varios idiomas (en el barco se canta en alemán y a veces en inglés), por la procedencia de las deportadas. El conflicto es entre dos mujeres. Primero, la víctima polaca, Marta, en la voz dramática, incluso desgarradora y en ocasiones dulce de Amanda Majeski, todo un personaje construido por una línea vocal cambiante, rica. Después, Lisa, personaje que cumple su deber con fanatismo y que se permite algún detalle que ella pretende humano. A pesar de su presencia en el barco y en el Lager, es un personaje menos rico, aunque muy presente; lo resuelve a la perfección Daveda Karanas, voz poderosa que puede pasar de lo imperioso al miedo, ya que no al arrepentimiento. El plantel femenino, recogido en la ficha que proponemos arriba, está a la altura de las dos protagonistas y describe con punzante perfección el sufrimiento de ese capítulo de la espantosa Solución final. Sí, es cierto, nada puede retratar lo que debió de ser un Lager de exterminio, pero este acercamiento asombra, estremece. Hay que destacar también a Gyula Orendt en Tadeusz, el novio violinista de Marta, que se condena a sí mismo (lo estaba ya) al tocar ante los jefes carceleros una Chacona de Bach, la verdadera cultura alemana, en lugar del vals que esperaban. En fin, el alemán Nikolai Schukoff defiende el papel no muy simpático de Walter, esposo de Lisa
Conocíamos por el DVD la puesta de Pountney, pero al verla en vivo (y así) se supera con creces lo que creíamos conocido. Y, para gran sorpresa, la dirección de la joven y muy madura directora lituana Mirga Gražinytè-Tyla abarca toda la tragedia con gran vigor y sentido dramático. No se pierdan la entrevista que hace Juan Lucas a Mirga en Scherzo.
En fin, uno de los momentos señeros de las programaciones en el Teatro Real.
Santiago Martín Bermúdez