LA CORUÑA / Edgar Moreau y Kerem Hasan, jóvenes y brillantes
La Coruña. Palacio de la Ópera. 28-I-2022. Edgar Moreau, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Kerem Hasan. Obras de Buide, Dvorák y Shostakovich-Conlon.
Dos nombres jóvenes, precedidos de muy buena fama, llegaban este fin de semana como debutantes al abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Dos nombres, cada uno en su dominio, que van construyendo una carrera muy interesante. El director londinense Kerem Hasan, titular en Innsbruck, ganó en 2017 el Premio Von Karajan en Salzburgo, como antes habían hecho Lorenzo Viotti, Mirga Gražinytė-Tyla o David Afkham. El violonchelista francés Edgar Moreau hizo lo propio en el Rostropovich en 2014. Esto de los concursos hay siempre que decirlo con las reservas propias de la cuestión pero lo cierto en ambos casos, como en los otros citados, es que, a la vista de los resultados, son ellos los que honran a quienes los galardonan.
Edgar Moreau es el último eslabón de una serie de excelentes violonchelistas franceses de últimas hornadas como Xavier Phillips o Jean-Gihen Queyras y pertenece a la misma generación de otro grande como Pablo Ferrández —hay un curioso disco en el que salen los dos con otros alumnos de la Kronberg Academy—. Su primer maestro, Philippe Muller, es línea Tortelier aunque luego él reforzará esas raíces con Frans Helmerson, que tampoco está mal. Quizá nos hubiera apetecido más escucharlo en obra menos habitual que el Concierto de Dvorák —quizá en Tout un monde lointain de Dutilleux— pero como piedra de toque siempre está bien la del checo. En ella Moreau se mostró como un muy sutil violonchelista, de exquisito gusto, apostando más por la expresividad que por el volumen, sobre todo una vez adaptado al sentido enérgico que Hasan le dio a su acompañamiento en el primero movimiento y que aquel, a su vez, se plegara inteligentemente a las condiciones del solista en un impecable, emocionante de veras, Adagio ma non troppo en el que ambos contaron con la complicidad de una orquesta —las maderas se lucieron por virtuosismo y sutileza— de la que resulta casi redundante decir que está como nunca. Lo mismo sucedió en esa maravillosa sobreabundancia expresiva que nos regala el Finale y que todos negociaron con la conciencia plena de hacer música de primera clase. Como encore, Moreau ofreció una preciosa Sarabande de la Suite nº 3 de Bach.
El concierto se había abierto con una estupenda versión de Tropos, de 2007, la segunda obra orquestal de Fernando Buide en la que el compositor compostelano muestra ya las credenciales de lo que hoy es un muy claro camino hacia la madurez. Y se cerró con la suite para orquesta de Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakovich elaborada en 1991 por James Conlon. La pieza —que enriquece con originalidad programadora la inmersión que la OSG lleva proponiéndonos en la música del ruso— no es en realidad, a pesar de su título, una suite para orquesta sino más bien una suerte de antología sin voces de sus momentos culminantes y que posee la virtud de seguir ordenadamente la trama, salvo en su inicio, en el que apela al final de la tragedia. Tampoco se acerca a la estructura de las sinfonías del autor pero sabe muy bien destacar aquellos rasgos de estilo que le reconocemos como propios. Hasan, consciente de la necesidad de esa continuidad dramática, consiguió transmitir el drama tremendo de la historia tomada de Leskov, asumiendo sin miedo tanto la aspereza más obvia —el primer encuentro entre Katerina y su amante— como la ambivalencia de esa suma de pasión, desesperación y culpa que la música transmite. Diríamos, por establecer una comparación cercana, que sus maneras son muy distintas a las de un Fabien Gabel que tan grata impresión dejó la semana anterior pero no menor su eficacia. La orquesta volvió a responder magníficamente, con su concertino invitada —la polaca Joanna Wronko, quien ejerce de titular del puesto en la Noord Nederlands Orkest— a la cabeza.
Luis Suñén