50 años sin Julius Katchen

Stefano Russomanno
Ha pasado inadvertido en las listas de efemérides musicales de 2019. Tal vez se deba a de que su prematura muerte, un 29 de abril de 1969, no le permitió dejar una huella todavía más profunda en la historia del piano. Julius Katchen fue el máximo exponente de una generación de pianistas norteamericanos (Van Cliburn, Fleischer, Graffman) que demostraron poderse codear sin complejos con los mejores solistas del Viejo Continente. A Katchen se lo llevó un cáncer con tan sólo 42 años, por lo que el público europeo conectó con su arte sobre todo a través del disco. Su cualidad más aparatosa era el virtuosismo, unas manos portentosas al servicio de una inteligencia musical de primer orden.
Lo primero que el melómano asocia con el nombre de Katchen es su célebre integral pianística de Brahms, grabada para Decca en la primera mitad de los años sesenta y todavía un clásico de la discografía. Fue una iniciativa pionera en su momento, pues la obra para piano de Brahms no estaba atendida de manera homogénea y presentaba zonas de sombra que los grandes intérpretes acostumbraban desdeñar. El virtuosismo de Katchen supo dignificar los grandes ciclos de variaciones y las sonatas, pero también realzar las páginas más ligeras (valses) y secundar el otoñal intimismo de las tardías. La integral brahmsiana es el iceberg de una discografía que asombra si se tiene en cuenta la corta trayectoria del pianista. Recientemente, Decca ha reunido todas las grabaciones de Katchen en una caja por un total de treinta y seis discos. Además de en Brahms, la personalidad del intérprete sobresale especialmente en el apartado de los conciertos, donde sus mejores cualidades y la asociación con algunos de los grandes directores de su tiempo dieron como resultado unas versiones mayúsculas de los conciertos de Beethoven, Brahms, Rachmaninov y Liszt. También en la música de cámara (y otra vez en Brahms) ofreció versiones de absoluta referencia.